Don Delillo
Debo confesar humildemente mis prejuicios respecto a grandes escritores norteamericanos y Don Delillo es uno de ellos. Sé perfectamente que es uno de los grandes y que sus obras están en todas las bibliotecas del mundo. Obras como "Submundo", "Libra", "Ruido de Fondo" o "Punto Omega" son hitos de la literatura moderna.
Pero no soy ni filólogo ni un gran entendido. Simplemente soy un lector normal y corriente que lee para llenar el tiempo o para vivir vidas ajenas que jamás viviré. En otras palabras: me cuesta enfrentarme a esos grandes escritores.
Pero tanto se ha hablado en los medios sobre este último libro, que me he obligado a afrontar mis miedos y mis carencias culturales y ponerlo sobre el atril.
En este libro Don Delillo quiere abordar varios temas de gran hondura: la muerte, el deseo de la inmortalidad, el tiempo y su relación con nuestro cuerpo o el futuro catastrófico que quizás nos aguarda.
La sinopsis del libro es la siguiente:
El padre de Jeffrey Lockhart, Ross, es el inversor principal
de un centro donde se lucha contra la muerte congelando los cuerpos hasta que
la tecnología pueda despertarlos. Hasta ese extraño lugar viaja Jeffrey para
consolar a su padre cuando va a despedirse de su esposa enferma con la
esperanza de reencontrarla en el futuro. Pero cuando Ross, en perfecto estado
de salud, decide acompañarla en el experimento, Jeffrey le niega su apoyo y se
rebela.
Acabo de leer en un periódico de hoy lo que se denomina "transhumanismo". Detrás del palabro está la creencia de que la ciencia brindará a los humanos un modo futurista de evolucionar que les permitirá dejar atrás su actual apariencia física y hacer realidad el sueño de la trascendencia.
Puede que la más radical de las transformaciones mediante
las que los transhumanistas creen que la tecnología alterará la condición
humana es la consistente en que la mente de una persona pueda convertirse en
datos digitales y cargarse en un ordenador extremadamente potente. Dicha
transformación nos permitiría vivir en un mundo de experiencias virtuales
infinitas y, de hecho, alcanzar la inmortalidad (siempre que alguien se acuerde
de hacer copias de seguridad y nadie nos desconecte).
Don Delillo no se complica la vida. Va directo al tema de la congelación tras la muerte a la espera de que exista la tecnología para revertir las causas del cese de la vida. Es lo mismo que lo que plantean los transhumanistas. La búsqueda de la inmorrtalidad.
Durante milenios el ser humano se ha agarrado a la religión para mitigar el miedo al oscuro vacío tras la muerte. Pero tras Nietzsche Dios a muerto, aunque el miedo sigue aquí. Ahora nos agarramos al dios moderno de la ciencia. Pero no hay diferencia entre la ciega e irreal creencia de que todos los muertos que han existido bajo el cielo resucitarán un día, o que la ciencia podrá hacernos renacer con nuestros recuerdos, emociones y deseos. Tan irreal es una cosa como otra. Quizás la única diferencia es que las creencias religiosas son más baratas y democráticas porque en ellas renaceros todos y no sólo algunos ricos riquísimos.
Don Delillo no pretende hacernos creer que su planteamiento sea realmente factible. Lo que nos dice es que hay quién lo cree y actúa en consecuencia. (Si hay también quién se inmola esperando despertar entre las huríes, ¿por qué sería descabellado congelarse?).
En realidad al autor no le importa demasiado la tecnología que puede llevar a la vida eterna. A él lo que le importan son las palabras, el elaborado tejido que es capaz de crear con ellas para poner delante de nuestros ojos grandes cuestiones estrictamente filosóficas. Quién soy yo en realidad, independientemente de mi cuerpo. Qué sentido tiene intentar trascender en un mundo que nos está dando señales claras de que camina hacia la gran catástrofe.
¿Por qué no nos morimos sin más?. Por qué somos humanos y nos aferramos a las cosas. ¿Es la muerte lo que, en definitiva, da sentido a la vida?.
Paralelamente a estas graves y profundas cuestiones, nos presenta otras no menos humanas: el amor que siente Ros por Artis que le hace desear ir con ella al otro lado aún estando sano; los complicados sentimientos de reconocimiento del amor-odio del hijo respecto al padre; la búsqueda del vacío interior como huida de un mundo y de una sociedad violenta, injusta y autodestructiva.
No es éste un libro fácil (tampoco pretende serlo), pero no deja indiferente al que lo lea.
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