Yoram Kaniuk
En 1948, cuando tenía solo diecisiete años, el jovencísimo
Yoram Kaniuk luchó en la guerra de Independencia israelí. Más de sesenta años
después, Kaniuk vuelve sobre sus recuerdos para retratar a toda una generación
de jóvenes burgueses que se vio de pronto inmersa en una guerra cuya lógica
estaba lejos de comprender.
Evitando justificarse, buscando la autocrítica, el viejo
Kaniuk nos habla del sinsentido de la guerra y de cómo él y sus amigos, niños
de mamá convertidos en atípicos camaradas de armas, fueron tan inconscientes
como para pensar que la perspectiva de morir jóvenes podía tener algo de
glorioso.
"Había que ser un completo idiota, y más que eso, para caminar por los campos minados y creer que lo hacía por la nación, a la que nunca conocí personalmente"
Kaniuk estuvo muchoa años callado guardando sus recuerdos y, cuando habló no fue la voz del panegírico.
Los altos oficiales apenas conocían a los combatientes, que morían sin nombre. Los soldados rasos callaban y seguian luchando y muriendo y los oficiales, excepto algunos, estaban ocupados en ser oficiales"
Todo muy lejos de la versión políticamente correcta:
"Hay libros exquisitos. Películas exquisitas. Artículos eruditos sobre batallas en las que participé y no reconozco lo que se dice en ellos. Enmascaran el pasado a fin de que sea eso lo que se recuerde."
Yoram Kaniuk no escribe una crónica de una guerra. Suelta recuerdos de batallas que sucedieron realmente en momentos históricos distintos como si estuviera cosiendo retales de un cubrecamas patchwork. Lo que le importa es que el lector aprecie todo el horror, el miedo, el hedor y la locura de una guerra a la que se vieron embarcados los algunos judíos por la locura de crear un nuevo Estado.
"Había que ser un completo idiota, y más que eso, para caminar por los campos minados y creer que lo hacía por la nación, a la que nunca conocí personalmente"
Kaniuk estuvo muchoa años callado guardando sus recuerdos y, cuando habló no fue la voz del panegírico.
Los altos oficiales apenas conocían a los combatientes, que morían sin nombre. Los soldados rasos callaban y seguian luchando y muriendo y los oficiales, excepto algunos, estaban ocupados en ser oficiales"
Todo muy lejos de la versión políticamente correcta:
"Hay libros exquisitos. Películas exquisitas. Artículos eruditos sobre batallas en las que participé y no reconozco lo que se dice en ellos. Enmascaran el pasado a fin de que sea eso lo que se recuerde."
Yoram Kaniuk no escribe una crónica de una guerra. Suelta recuerdos de batallas que sucedieron realmente en momentos históricos distintos como si estuviera cosiendo retales de un cubrecamas patchwork. Lo que le importa es que el lector aprecie todo el horror, el miedo, el hedor y la locura de una guerra a la que se vieron embarcados los algunos judíos por la locura de crear un nuevo Estado.
"Soy un viejo enfermo pensando en el nuevo Estado que fundó
Ben Gurión, un Estado que hoy tiene sesenta años, cuyos padres ya no están
vivos y cuyos herederos, unos estúpidos, mentecatos, rateros y granujas, han
olvidado de dónde vienen. El recuerdo es difícil para quien no estuvo allí y no
vio cómo buenas personas se equivocaron y no se equivocaron, cómo tomaron
decisiones sorprendentes, pero también audaces. Recordar; y muy pronto no
quedará nadie de los que estuvieron allí conmigo, aunque veo que hoy en día hay
más de los que había entonces"
Cuando lees esta historia sin edulcorante impresiona los miles de jóvenes casi adolescentes, que murieron sin saber exactamente el por qué. Y sorprende más saber que los judíos ultraortodoxos, los que se consideran la quinta esencia del judaísmo estaban totalmente en contra de la creación del Estado de Israel y de la guerra de independencia por la que estos jóvenes morían a puñados. Cuando un grupo de soldados se adentraba en las zonas ultraortodoxas, eran apedreados e insultados.
Y también conmociona comprobar que, simultáneamente a esta guerra sin cuartel, seguían llegando a las costas barcos herrumbrosos y desvencijados llenos hasta los topes de judíos que ya habían ganado su guerra porque habían sobrevivido al Holocausto... para morir, muchos de ellos, antes de tocar tierra y antes de haber aprendido hebreo.
Para Yoram Kaniuk, éstos son los verdaderos héroes.
Impresionante libro que, a pesar de su heterodoxia política recibió el Premio Sapir en 2010.
"No confio en la memoria, es astuta y no hay en ella una única verdad
Yoram Kaniuk murió en 2013 a los 83 años.
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