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miércoles, 29 de octubre de 2014

Butcher's Crossing. John Williams (88)

Butcher's Crossing

John Williams
Ediciones 62


Hay lecturas que tienen la magia de abrir tus recuerdos  para que puedas revivirlos y volverlos a saborear como si entraras en un "flashback" o en una situación vivida en una etapa anterior.

Me inicié en la lectura de libros de aventuras  aa los 13 años al principio de los años cincuenta del pasado siglo. No recuerdo cómo y de qué manera llegó a mis manos un libro de tapas rojas de la editorial Molino que llevaba por título "La Montaña de Oro". Su autor era Karl May y me era completamente desconocido. Dí por sentado que era un pseudónimo o un autor americano. El libro trataba de un héroe alemán de fuerte complexión que resolvía sus conflictos violentos golpeando la cabeza del adversario con su puño como si de un mazo se tratara. También poseía un extraño rifle llamado Henry que permitía cargar y disparar con mucha mayor rapidez que el clásico Springfield (que es el que figura en la portada de este libro de John Williams). Su mejor amigo era un indio sioux llamado Winnetou con el que corría muchísimas aventuras. A este héroe los indios le llamaban Old Shatterhand o sea Viejo Mano Rompedora.
Por algún lado aún conservo todos los libros de estos dos personajes con los que pasé muchísimas horas  de lectura veraniega (por aquel entonces las vacaciones de verano duraban tres meses) en los momentos en que se suponía dormía la obligatoria siesta.
Recuerdo todos y cada uno de los personajes de estos libros y sus principales aventuras que me hacían cabalgar por las inmensas praderas del Oeste Americano junto a Old Shatterhand y el silencioso Winnetou.

Al empezar a leer Butcher Crossing me ha venido como una ola los recuerdos juveniles de Karl May al que realmente idolatraba (me parece que no estoy solo porque leí que Fernando Savater era también un fan) porque poseía unos conocimientos detalladísimos y precisos de cualquier detalle de la vida en las praderas del Oeste y de las tribus indias (algunas especialmente "malas" como los kiowas que robaban caballos).
Muchos años después supe que Karl May, un alemán de origen humilde, nunca estuvo en los Estados Unidos y que una gran parte de sus libros los escribió en la cárcel. ¡Y qué más da!. Lo que disfruté con aquellos libros fueran o no un fraude, nadie me lo puede quitar.

No podía suponer que a estas alturas de mis avanzadas siete décadas de vida pudiera reencontrarme con una narración moderna, cuidada, y literariamente elevada que trata de lass grandes praderas, de la caza de bisontes, y de las penalidades de los hombres que las habitaban (prácticamente sólo sale una mujer en la novela y es más un objeto del decorado que otra cosa) que vivieron el final de una época en la que la Naturalera con mayúsculas era una especie de dios implacable y omnipresente.

No elegí este libro por toda esta temática. Cuando abrí la primera página no sabía lo que me iba a encontrar. Lo elegí por el autor: John Williams un escritor norteamericano que, a pesar de haber obtenido el pretigioso National Book Award, pasó muchos años ignorado hasta que escribió "Stoner". Para mí una de las novelas más impresionantes que he leído. Me gustó Stoner y busqué otro libro del autor. Lo hago a menudo con diferente fortuna. Por supuesto "Stoner" no tiene nada que ver con indios, praderas y búfalos por lo que quedé bastante sorprendido.

Pero allí estaba el joven Will Andrews, recién graduado en la universidad de Harvard, que decide dejar todo lo que una gran ciudad puede ofrecerle y emprender un viaje hacia el Oeste. Confieso que me estuve preguntando a lo largo de los primeros capítulos qué es lo que buscaba este petrimetre bajado de la diligencia de Boston en el bronco, duro y violento ambiente de Butcher´s Crossing, un pueblucho de Kansas en donde la única industria era la caza de bisontes y la manufactura de sus pieles.

Poco a poco me dí cuenta que el joven e inocente Andrews estaba buscando algo que a Karl May jamás se le hubiera ocurrido. Estaba buscando saber quién era y, como tantos otros héroes o desgraciados, estaba empleando el peligroso método del "viaje iniciático" para conseguirlo. O, dicho de otra forma: la necesidad de descubrir hasta qué punto era capaz de resistir.
No estaba, pues ante un western, sino ante un antiwestern y ello de la mano de un escritor mucho más serio que mi añorado y fraudulento Karl May.

La novela describe con minuciosidad el final de una era: la caza del bisonte no para aprovechar la carne, sino sólo la piel. Horroriza ver cómo aquellos cazadores eran capaces de pasar por las más duras penalidades para obtener dos o tres mil pieles en una temporada. Era un estilo de vida y requería de unas determinadas y específicas habilidades... pero estaban codenados al fracaso más absoluto. Se acercaba el fin de una era y ellos no lo percibían. Y el fin de aquella era significaba también el fin de ellos mismos. Acabaron con los bisontes y acabaron con sus vidas.

Un libro que gustará a aquellos que aprecien la vida al aire libre y el afán de la aventura. En mi caso, sinceramente, esperaba otra cosa.

Los críticos dicen que Williams abrió la puerta a Cormac McCarthy el autor de "Este no es un país para viejos" y la serie de "La frontera". Puede que sea verdad.




sábado, 25 de octubre de 2014

Galveston. Nic Pizzolatto (87)

Galveston

Nic Pizzolatto
Salamandra




En la edición del "Babelia" del día en que estoy escribiendo esta reseña, aparece la crítica literaria de esta primera novela de Nic Pizzolatto. Les recomiendo su lectura porque no tiene desperdicio. La encontrarán en este enlace.

Personalmente me gustó mucho la serie de "True Detective" porque se apartaba completamente del manido género de policías que investigan asesinos en serie. Lo han dicho muchos, o sea que no es ninguna novedad la afirmación de que "True Detective" iniciaba un nuevo género en los telefilmes.
"Galveston" sigue la senda. No es exactamente una novela negra ni es un relato al uso. Es algo diferente y heterodoxo.

El texano Roy Cody, alto y corpulento, con barba y melena, sombrero de ala ancha y botas de cowboy, lleva unos años ejerciendo de matón profesional en Nueva Orleans. Es un tipo tranquilo, capaz de ver el lado filosófico de las cosas, a la vez comprensivo e implacable. Pero el mismo día en que le diagnostican un cáncer avanzado, mientras bebe unos whiskys y sin haber comentado todavía la aciaga noticia con nadie, intuye que su jefe, el poderoso extorsionador Stan Ptitko, quiere quitárselo de encima, y que el trabajo que le acaba de encargar Stan y que debe llevar a cabo esa noche, una de sus rutinarias visitas de intimidación, es una trampa...

Roy es ante todo un superviviente. Desde su niñez en una casa de acogida ha tenido que batallar para respirar cada día. Y ahora, con la sentencia de muerte en el informe del hospital, se encuentra huyendo con una chica casi adolescente y su hermana de pocos años. Podría dejarlas en la estacada y largarse con viento fresco huyendo de los que quieren verlo bajo tierra. Duda y se angustia, y al final juega una carta arriesgada. 

El lector, desde el primer capítulo, cabalga junto a Roy Cody y observa cómo sortea los obstáculos que la vida le va poniendo en el camino. Una vida que se le acaba.

Es de estos libros que deseas que no termine. Pero lo hace. Y lo hace bien. Un final redondo, como los que me gustan