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viernes, 29 de agosto de 2014

Los ojos amarillos de los cocodrilos. Katherine Pancol (78)

Los ojos amarillos de los cocodrilos

Katherine Pancol
La esfera de los libros



Josephine tiene cuarenta años, está casada y tiene dos hijas, Hortense y Zoé. Es consciente de que su matrimonio ha fracasado, pero sus inseguridades le impiden tomar una decisión. A Antoine, su marido, le despidieron hace un año de la armería de caza donde trabajaba y desde entonces se dedica a languidecer en el apartamento y a engañar a su mujer.

La discusión que provocará la separación del matrimonio de Josephine y Antoine es el punto de partida de una serie de acontecimientos, más o menos relacionados, en los que se verán envueltos otros personajes, como Iris, la guapísima hermana mayor de Josephine; la glamorosa y gélida madre de ambas, Henriette, casada en segundas nupcias con el millonario Marcel Gorsz; la misteriosa Shirley, la vecina...

Tras la separación, Antoine se verá obligado a aceptar una oferta de trabajo que le convertirá en capataz de una granja de cocodrilos en África, pero las cosas no serán tan fáciles como parecían.
A Iris se le ocurre decir que está escribiendo una novela, y una vez lanzada la mentira se niega a echarse atrás, y convence a su hermana para que escriba realmente el libro, basándose en sus conocimientos. Ella se llevará la fama y el protagonismo y Josephine el dinero, pero los verdaderos amigos de ésta están convencidos de que ella es la verdadera autora de la novela que llena los escaparates de las bibliotecas de Paris...

De tanto en tanto uno se encuentra con un libro como éste. Un best seller de grandísima tirada. Una fantasía de mujeres (desesperadas) probablemente escrita para el entrenimiento, goce y disfrute de lectoras (más o menos desesperadas).
Unos acontecimientos totalmente previsibles protagonizados por madres, esposas e hijas dibujadas con el trazo más gordo del pincel de Katherine Pancol. 
Son personajes de un cuento y, por consiguiente, no hace falta que se conformen con rasgos demasiado complejos o humanos. Basta que sean muñecos de una sola pieza: débiles, astutos, perversos, retorcidos, o tan extraordinariamente buenos que te dan rabia. Por ejemplo, resulta bastante improbable que una mujer, que ha sido abandonada por el marido, descubra que éste le ha endosado un préstamo importante (que, por supuesto no paga) y se quede cruzada de brazos y ni siquiera se lo mencione en la escasa comunicación que mantiene con él. Tampoco es demasiado creíble que la protagonista que vive en un barrio humilde,  tenga por vecina a una amiga que, en realidad es la hija bastarda ¡de la reina de Inglaterra!. (Ahí te has pasado, Pancol!).

La mayoría de las mujeres (excepto Josephine, la protagonista, por supuesto) son exageradamente ególatras, vampíricas con los más débiles (sobre todo con “las más débiles”), manipuladoras, materialistas y falsas. Son “adánicas”. El mundo nació con ellas y ahí está para servirlas de escabel. Sólo el dinero y la “respetabilidad” son valores que apreciar. Si la mayoría de francesas fueran como las protagonistas de esta novela, el número de emigrantes, suicidios y divorcios se multiplicaría de forma explosiva en el país vecino.

Queda clara la postura cuando Iris, la hermana guapa de la sufrida Josephine, le explica por qué quiere convertirse en escritora:

“Es por culpa de Philippe. Tengo la impresión de que se aleja de mí, que ya no soy la última maravilla del mundo. Tengo miedo, que me abandone y pienso que, escribiendo este libro, le seduciría de nuevo.
—¿Porque lo amas? —preguntó Joséphine, con esperanza en su voz.
Iris le lanzó una mirada mezcla de piedad y exasperación.
—Podemos llamarlo así. No quiero que me deje. Tengo cuarenta y cuatro años, Jo, no encontraré otro como él. Mi piel se va a arrugar, mis senos van a caer, los dientes van a amarillear, el pelo se va a aclarar. El me ofrece una vida de oro, quiero conservar mi casa, mi chalet en Megéve, los viajes, el lujo, la tarjeta Oro, el estatus de señora Dupin. Ya ves, soy honesta contigo. No soportaría caer en una vida banal, sin dinero ni relaciones ni evasión... Y, además, quizás le ame después de todo.”

Un dechado de amor incondicional.

Como en todos los relatos basados en la “acción y reacción”, la buena, buenísima, lo pasa muy mal al principio, pero al final triunfa la verdad sobre la mentira y el amor sobre el egoísmo. ¡Tachán!.

Si están ustedes de vacaciones y quieren una distracción sin sobresaltos, ahí tienen una lectura de fácil olvido.









jueves, 21 de agosto de 2014

La casa redonda. Louise Erdrich. (77)

La casa redonda

Louise Erdrich

Siruela




Ya reseñé "El coro de los maestros cantores" de esta magnífica autora de sangre india americana y alemana. Me encantó aquel libro. Lo tengo entre mis preferidos aunque sólo muy de pasada tocaba el tema racial de los aborígenes norteamericanos de Dakota del Norte.

 En esta novela no ocurre lo mismo. Aquí el centro de la acción es la vida en la reserva de los indios ojibwe en aquel Estado. El protagonista, un adolescente de 13 años vive con estupefacción y dolor la violenta violación de su madre que se produce precisamente en "La casa redonda" el lugar en donde tienen lugar los ritos sagrados de la tribu. Este suceso violento trastoca completamente la vida de la familia. La madre se aisla de todos en su dolor. El padre, que es el juez de la tribu, intenta aclarar lo sucedido junto a la policía tribal pero está totalmente sobrepasado por los acontecimientos y el alejamiento de su mujer que no sabe cómo tratar. Y mientra Joe, el protagonista empieza por hace su propia investigación empezando por "la casa redonda".

Louise Erdrich tiene una prosa directa, suave y fácil de leer que contrasta enérgicamente con la dureza de los hechos que relata. Eso es lo primero que sorprende al lector. El libro tiene una arquitectura parecida a la de " El coro de los maestros carniceros": Hay una trama argumental principal (la violación de la madre y la subsiguiente investigación de lo ocurrido) y, a medida que se desarrolla aparecen nuevos personajes de los que se cuenta su vida. Con ello la autora enriquece extraordinariamente el contexto (la reserva india, sus costumbres, ritos, creencias, su lucha por la supervivencia y contra el racismo imperante) yendo hacia adelante y atrás en el tiempo. Este contexto es lo verdaderamente interesante de la novela para aquellos que, como yo, nos gusta conocer, aunque sea superficialmente, otras culturas y civilizaciones.

Es un enorme placer disfrutar de la prosa suave de Louise Erlich y, al tiempo, sabe más de la vida de un pueblo tan profundamente conectado con la naturaleza.



















lunes, 18 de agosto de 2014

Sin una palabra. Linwood Barclay ( 76 )

Sin una palabra
 Linwood Barclay
De Bolsillo


Quizás lo más prudente sería empezar diciendo aquello de "Si se atreven a leer esta novela corren el peligro de no poderla abandonar hasta su final".

Ya está dicho, pues. Están advertidos. En mi caso la terminé a las cuatro de la madrugada. Menos mal que el día siguiente era fiesta.

Linwood Barclay es un periodista de Toronto y parece haber dado con la clave de la la nueva novela de intriga.
 Como las buenas novelas empieza planteando un misterio impactante: Cynthia, una adolescente de catorce años, despierta tras una noche de borrachera y descubre que está sola en casa. Su padre, su madre y su hermano han desaparecido sin decir una palabra ni escribir una nota. No están los coches de ambos pero sus ropas continúan en los armarios y no hay ninguna señal de lucha o violencia. ¿Qué es lo que puede haber pasado?.

Este es el prólogo. Inquietante, no?. La novela arranca veinticinco años después de esta extraña desaparición. Cynthia está casada y tiene una hija pero no ha superado lo sucedido que continúa presente en su mente y condiciona su vida y su equilibrio mental. En estos años la policía no ha conseguido esclarecer el suceso y piensa que los tres desaparecidos están muertos. En realidad todos lo piensan. Todos excepto Cynthia.

A partir de este punto los interrogantes se multiplican y por cada uno que se resuelve, aparecen otros nuevos... hasta un final espectacular.

Ya no puedo contar más para no destrozar el placer de la lectura. Ya me dirán lo que les parece.












miércoles, 13 de agosto de 2014

La lluvia antes de caer. Jonathan Coe. (75)

La lluvia antes de caer

 Jonathan Coe
 Anagrama

Me ha llevado más de quince días encontrar una lectura que me sedujera lo suficiente como para terminarla, digerirla y comentarla aquí. He andado zascadileando entre novelas de misterio,  narraciones insulsas y relatos sobre la guerra civil. Ninguna terminaba por gustarme y las dejaba al segundo o tercer capítulo. Tengo la teoría de que la mayoría de los libros merecen leerse. Lo qué ocurre es que no siempre es un buen momento para abordarlos. Todo depende del estado de ánimo del lector, el contexto en el que se encuentra en el momento de tomar la lectura y un centenar de razones que no sé explicar. Probablemente en otro momento y en otro lugar los reencontrare.


 Pero vayamos a la novela de Jonathan Coen. Toda una sorpresa. En primer lugar, una novela casi exclusivamente femenina ( todas las protagonistas son mujeres y los hombres son poco menos que elementos del decorado) que escribe un hombre. Lo segundo que me atrajo fue el arranque y la forma en que se describe la historia. Son muchos los relatos que parten de un manuscrito encontrado misteriosamente...cartas halladas en un desván...etc. pero nunca me había imaginado que se pudiera explicar un relato de sucesos dramáticos del pasado por medio de grabaciones magnetofónicas de viejos cassettes como Coe hace aquí. Ese pequeño truco le permite una gran flexibilidad a la hora de describir lo sucedido. En realidad le confiere una riqueza descriptiva impresionante. Pero vayamos a la sinopsis de la novela.

Rosamond ha muerto. Tenía 73 años y sufría del corazón. No había querido operarse. Rosamond nunca se había casado ni tenido hijos. Su herencia deberá repartirse entre Gill y David, los hijos de su hermana, y Imogen, una casi desconocida que Gill vió una vez hace más de 20 años en una reunión familiar. Era una niña rubia y ciega de 7 años, extraña y encantadora, que sedujo a todos los invitados. Gill encuentra varias cintas de cassette que Rosamond ha grabado y una nota donde le dice que las cintas son para Imogen. No se sabe dónde está la niña ciega y si Gill no la encuentra, deberá escuchar las cintas. Tras buscar sin éxito a la joven vuelve a oír la voz Rosamond que apoyándose en la minuciosa descripción de 20 fotografías cuenta una historia de madres e hijas que va desde los años 40 hasta el presente. Tres generaciones de mujeres ligadas por el deseo, la culpa, la crueldad, la ambivalencia de sus afectos y la locura.
 Lo que plantea Jonathan Coe es bastante complejo como la metáfora de lo que es la lluvia antes de caer.
 En la superficie está una cadena de desarraigos entre madres e hijas. Una concatenación de desamor y de odio. Ivy, la bisabuela, ignora a Beatrix, su hija que busca desesperada y erróneamente este amor en otros lugares, sin percatarse que aplica ese desamor en su propia hija, Thea, que también pierde la brújula de la vida y al final de la cadena está la pobre Imogen. Todo ello explicado por Rosamond, prima de Beatrix y su gran amiga, que asiste impotente a la cadena dedesgracia anunciadas.

Por debajo de esta superficie el autor insinúa que hay un patrón, una especie de destino como en las tragedias griegas y deja unas pistas para que el lector lo encuentre.

Una novela de muy fácil lectura, que engancha desde el primer momento y con un final que estremece. Porque ¿y si existiera este patrón que explicara el amor y el desamor entre los seres humanos?.

 Cómo decia al principio: Una novela que se puede recomendar sin miedo a decepcionar.
















domingo, 3 de agosto de 2014

El tiempo es un canalla. Jennifer Egan (74)



El tiempo es un canalla

Jennifer Egan
Editorial Minúscula

Lo que dice la contraportada
En plena crisis de madurez, Bennie Salazar, que en los setenta formó parte de una banda de punk y ahora es un alto ejecutivo de la decadente industria discográfica, se echa copos de oro en el café para recuperar el apetito sexual. Sasha, su asistente después de haber viajado mucho y no siempre en circunstancias felices, se trata de su cleptomanía con un psicoanalista que viste jerséis estrambóticos. En torno a ellos se despliega una variopinta red de personajes, desde una relaciones públicas que intenta lavarle la cara a un general genocida hasta un periodista que ha estado en prisión por abusar de una estrella de cine adolescente. Con el rock palpitando en cada una de sus páginas, El tiempo es un canalla es un entramado fascinador que pasa por lugares como Nueva York, San Francisco, Kenia, Nápoles o el desierto de California, y cubre un período que va de los años setenta hasta el 2020. La mirada punzante de Jennifer Egan aúna lo cómico y lo trágico, y consigue que los fragmentos de tiempos y espacios dispersos converjan en una novela polifónica e innovadora que recurre a técnicas narrativas insólitas para acabar trazando un lúcido retrato de la era digital. Premio Pulitzer 2011.

No tengo palabras tras leerlo.



Si creen que estamos ante una novela cualquiera de una autora desconocida, se equivocan como me equivoqué yo cuando la elegí como lectura de este extraño mes de agosto.


“El tiempo es un canalla” ha acumulado premios como un general acumula medallas: Finalista del National Book Award, ganador del Premio Pulitzer en 2011, ganador del Natonal Book Critics Circle Award en 2011, finalista del Premio Faulkner y de Los Angeles Times Book Award también en este año. Incluso la revista Time incluyó a Jennifer Egan entre las personas más influyentes del mundo. Y yo sin enterarme.


Pero con todas estas medallas, ha sido un libro decepcionante para mí. Quizás en otro momento no me hubiera sentido así y es posible que esta opinión no coincida con la de algunos de mis lectores.

Les digo de qué va. Trece personajes cuentan sus vidas desde el punto A al punto B. Es decir, desde el momento en que son jóvenes, alocados, llenos de planes y esperanzas, pletóricos de deseos y de experiencias, a... seres frustrados, perdedores, supervivientes y acabados.

Lo expresa muy bien una frase de un músico del grupo The Conduits que fue famoso en su momento:
El disco se llama A to B, ¿no? —dijo Bosco—. Pues esa es la pregunta que quiero plantear sin rodeos: ¿cómo he pasado de ser una estrella de rock a convertirme en un gordo que no le importa a nadie? No tiene sentido fingir que no es así.”

Entre A y B ha pasado el tiempo, Y el tiempo se ha comportado con ellos como un canalla.

Los trece personajes discurren adelante y atrás en ese tiempo entre los dos extremos y algunas veces interaccionan entre sí, pero todos, en algún momento, han tenido contacto con Bennie Salazar, un hispano (que no se considera tal) que empieza en un grupo musical (que nunca alcanza el más mínimo renombre) y acaba siendo un productor musical que va por el mundo en limusina. 
Bennie parece ser el protagonista de la novela. Y digo “parece” porque es una novela llena de protagonistas. Porque cada capítulo tiene si propio hilo conductor y su exclusivo desarrollo. Los personajes se mueven entre sí de una forma no coordinada, en un batiburrillo en el tiempo. Un crítico ha dicho que esta novela deja una sensación extraña en el lector, como si nos enfrentáramos a un frigorífico ajeno lleno de post-its y tuviéramos que descubrir quienes viven ahí.

Jennifer Egan se apunta al estilo moderno de la literatura norteamericana que da por sentado que el lector es una persona listísima que captará inmediatamente todos los meandros, giros y guiños que el autor le presenta. La sensación que en realidad tiene el lector es que se ha perdido cinco o seis veces a lo largo de la lectura y se siente completamente huérfano.

Ya me pasó con “EL Jilguero” de Donna Tard, el Premio Pulitzer de este año. Todo el mundo lo alaba y lo jalea, pero mi pobre espíritu lo encontró un verdadero peñazo.