Reflejos en un ojo dorado de Carson McCullers.
Después de que esta autora rompiera todas las previsiones
consiguiendo el Premio Pulitzer con sólo 23 años con "EL corazón es un
cazador solitario", escribió esta novela que es como un puñetazo.
Se
centra en dos parejas de militares que viven en un fuerte del Sur de Estados
Unidos.
Hay un triángulo (más sexual que amoroso), un homosexual que no sabe
que lo es, un joven virgen e incluso un extraño criado filipino de imposible
clasificación.
También hay un asesinato. Y todo en un contexto bastante
claustrofóbico.
Para mí hay una característica común a todos los personajes:
todos tienen alguna tara. O sea: les falta un hervor.
No sé si Carson
McCullers, en su brutal crítica a los usos y costumbres del Sur, nos viene a
decir que estas carencias intelectuales son algo común en aquellas tierras o
simplemente quiere señalar algunas peculiaridades de las mismas.
Está escrita con una franqueza brutal. Impactante y
maravillosamente escrita. No se la pierdan.
La vida secreta de Walter Mitty de James Thurber.
James Thurber fue un periodista, escritor, dibujante y,
sobre todo, humorista muy famoso en los años 40 y 50.
No consigo diferenciar
bien si lo que escribe es una sátira feroz o simplemente una parodia. Lo que sí
sé es que me reí a lo largo de toda la lectura de este libro.
Este texto fue tan famoso que dió nombre a un síndrome: El
Síndrome de Walter Mitty que viene a caracterizar a la gente que sueña
despierta.
La gente que imagina lo que va a suceder de una forma totalmente
fantasiosa para poder escapar de una realidad molesta.
Vean un pequeño párrafo y lo comprenderán:
"El señor Monroe se entretuvo toqueteando unos bastones
en una tienda de la zona de las calles Cincuenta. Le dio por pensar que los
bastones eran imperturbables. Le gustaba ese adjetivo con el que había topado
varias veces en un libro que estaba leyendo sobre Dios, ética, moral, humanismo
y demás. La palabra se erigía firme como un baluarte, retumbaba como una
cureña,
Al final decidió no comprarse un bastón. La señora Monroe llegaba esa misma tarde en el Leviatán, y en el puerto a él le harían falta las dos manos para llamar a los mozos de cuerda. A su esposa había que cuidarla. Era tan niña. Cuando al señor Monroe lo asaltaba la marea de la imperturbabilidad, el carácter de su mujer adquiría para él un curioso matiz dependiente e infantil, en absoluto irritante, considerablemente entrañable, completamente mítico."... "
La diminuta señora Monroe, cargada de abrigos y paquetes, apareció al fin, sonrosada, preciosa. Al señor Monroe le empezó a latir con fuerza el corazón pero, al mismo tiempo, se preparó como si se dispusiera a recibir un saque de tenis. Al avanzar hacia ella recordó (¡con cuánta viveza!) que solía tenerlo por una persona que «se venía abajo» ante cualquier nimiedad. Pues bien, iba a encontrarse con un hombre diferente. Le dio un beso cariñoso con un gesto tan raro y experto que, al principio, su mujer se sintió un tanto desconcertada, como una tenista sorprendida por el cambio repentino en la táctica de un adversario muy, pero que muy antiguo. Al cabo de tres minutos de peloteo desde el fondo de la cancha, adivinó que su marido había estado leyendo algo, pero no hizo ningún comentario. Le dejó pasar todos los globos sin rematarlos."
Al final decidió no comprarse un bastón. La señora Monroe llegaba esa misma tarde en el Leviatán, y en el puerto a él le harían falta las dos manos para llamar a los mozos de cuerda. A su esposa había que cuidarla. Era tan niña. Cuando al señor Monroe lo asaltaba la marea de la imperturbabilidad, el carácter de su mujer adquiría para él un curioso matiz dependiente e infantil, en absoluto irritante, considerablemente entrañable, completamente mítico."... "
La diminuta señora Monroe, cargada de abrigos y paquetes, apareció al fin, sonrosada, preciosa. Al señor Monroe le empezó a latir con fuerza el corazón pero, al mismo tiempo, se preparó como si se dispusiera a recibir un saque de tenis. Al avanzar hacia ella recordó (¡con cuánta viveza!) que solía tenerlo por una persona que «se venía abajo» ante cualquier nimiedad. Pues bien, iba a encontrarse con un hombre diferente. Le dio un beso cariñoso con un gesto tan raro y experto que, al principio, su mujer se sintió un tanto desconcertada, como una tenista sorprendida por el cambio repentino en la táctica de un adversario muy, pero que muy antiguo. Al cabo de tres minutos de peloteo desde el fondo de la cancha, adivinó que su marido había estado leyendo algo, pero no hizo ningún comentario. Le dejó pasar todos los globos sin rematarlos."
O sea, la señora Monroe sabía perfectamente que su marido
era de lo más "perturbable".
Sin límites de Jussi Adler-Olsen
Creo que he leído todas las novelas de la serie del
Departamento Q del Comisario danés Carl Mork y de sus ayudantes Ros y el sirio
Assad.
Esta es la sexta entrega de la serie. Incluso he visto las tres
películas (supongo que hay más pero mi danés flojea bastante y sin
subtítulos... ya saben).
La cosa va de un policia rural que se obsesiona con el
atropello de una chica joven y pasa veinte años investigando el caso. Ello le
cuesta la ruptura de su familia y el aislamiento de amigos y compañeros. Tras
todo este tiempo no logra dar con el culpable y finalmente pide ayuda al
Departamento Q. Carl Mork pasa olímpicamente de él y éste responde...
suicidándose.
¿Un poco drástico, no les parece?. Pero claro, como todo lo que
escribe esta autora danesa, todo termina por entenderse y cuadrar. Eso sí, tras
muchas sorpresas y tensiones.
Bastante entretenida.
Una voz en la noche de Andrea Camilleri.
Me gusta Camilleri. Sobre todo cuando escribe sobre la
Sicilia de principios del siglo XX.
Con Montalbano también he pasado buenos
ratos pero, francamente, en sus últimas entregas sospecho que Camilleri las
escribe como churros: con la misma arquitectura: Montalbano consigue resolver
los casos haciendo equilibrios o esquivando a cuatro frentes: sus propios jefes
policiales, la Mafia, la Fiscalía y los políticos corruptos del partido de
Berlusconi.
Y todo lo consigue con un equipo profesional,y cohesionado y,
también con la ayuda de una televisión local amiga que le hace las entrevistas
pactadas con el fin de mandar mensajes subliminales a los cuatro frentes.
Montalbano debe renacer o va a perder incondicionales. Claro
que uno tiene que comer y cuando ha encontrado un pequeño filón como es el
caso, cuesta recrear una estructura literaria que ha funcionado hasta ahora.
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