Miedo a los espejos
Tarik Ali
Alemania ha sido unificada. El
futuro parece prometedor, pero no para Vlady, un disidente de la antigua
Alemania Oriental. Su mujer le ha dejado y le han echado de la Universidad por
la misma razón por la que tuvo problemas en la antigua RDA: creer en que aún es
posible establecer un socialismo democrático. Mientras que su hijo, Karl, con
quien las relaciones no son muy estrechas, se ha convertido en un próspero
socialdemócrata. En plena crisis existencial, Vlady reflexiona ante los cambios
vertiginosos a los que se está viendo abocado, mientras intenta explicar a su
hijo lo que significó para su familia el prolongado y apasionado compromiso con
el comunismo. Una reflexión que le evoca la historia de Ludwik, el agente
secreto polaco que reclutó al británico Kim Philby, purgado por el estalinismo
durante el pacto germano-soviético. Y los misterios de su relación amorosa con
su madre, Gertrude, recientemente fallecida. Vlady quiere saber quiénes y cómo
eran en realidad. Lo que va a descubrir no es lo que esperaba. Escrita en clave
de suspense, con sagacidad y sensibilidad, a través de una trama urdida al hilo
de las revueltas políticas del siglo XX, Tariq Ali esboza en Miedo a los
espejos la historia de Europa central desde la perspectiva de quienes vivían al
otro lado del Telón de Acero. Desde sus esperanzas depositadas en unos ideales
en los que creyeron, a sus dolorosas decepciones por la traición de los mismos.
Para Vlady, como para algunos alemanes del Este, la caída del comunismo fue el
final de una larga y tormentosa historia de amor: libres al fin para poder
contar la verdad, descubrieron que ya no querían escucharla.
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No estoy demasiado de acuerdo con la sinopsis de la editorial que ha publicado el libro. Veo esta narración como un texto bastante más complejo y diferente. Creo que refleja (recordemos que se publicó en 1998 a los diez años de la caída del muro) acertadamente, por un lado, la amargura y el sentimiento de traición de los auténticos comunistas que creían (quizás de una forma demasiado ingenua) que era posible una Utopía de una sociedad libre y, al tiempo, igualitaria y, por otro, los socialdemócratas actuales que ven el sistema marxista como un gran fracaso.
Lo explica muy bien el hijo del protagonista, Karl, en una estrevista de selección del Partido Social Demócrata alemán:
Como ya sabemos de sobras, todo lo relacionado con las ideologías dogmáticas es contradictorio y ambiguo. ¡Pobres mentes las que caen en sus redes!.
Vlady (de Vladimiro, en honor a Lenin) es desposeido de su cátedra de Literatura comparada en la RDA por ser un comunista disidente del régimen. Cae el Muro, cae el régimen y Vlady se encuentra en una sociedad que, para nada, era la que él ha soñado toda su vida.
Lo explica muy bien el hijo del protagonista, Karl, en una estrevista de selección del Partido Social Demócrata alemán:
"Con actitud clínica, se concentró en la incapacidad
del sistema de propiedad estatal para distribuir bienes. En su opinión, la
razón del hundimiento había sido la escasez material, la insolvencia de una
economía que ponía de manifiesto la ineficacia de la ideología. Fue eso lo que
desencadenó la caída y no el ansia de valores abstractos como democracia o
libertad."
Como ya sabemos de sobras, todo lo relacionado con las ideologías dogmáticas es contradictorio y ambiguo. ¡Pobres mentes las que caen en sus redes!.
Vlady (de Vladimiro, en honor a Lenin) es desposeido de su cátedra de Literatura comparada en la RDA por ser un comunista disidente del régimen. Cae el Muro, cae el régimen y Vlady se encuentra en una sociedad que, para nada, era la que él ha soñado toda su vida.
"La realidad había hecho saltar en pedazos su mundo, pero aún
sobrevivía en sus sueños y pesadillas. Intacto, incólume. La antigua RDA
pruso-estalinista con su laberíntica burocracia, sus peculiares costumbres, su
irracionalidad profundamente arraigada, su crueldad cotidiana y su lente
distorsionante por la que el mundo se veía desfigurado. La historia lo obligaba
ahora a vivir en un mundo nuevo que le había privado de su dignidad como
ciudadano. "
Atrapado y bien atrapado entre la espada y la pared.
Su gran amigo Sao, el vietnamita guerrillero convertido en millonario, le escucha y piensa:
"La postura política de Vlady era tan absurda que le
enternecía. Pero también era admirable. Sao tenía la impresión de que, desde
que lo habían expulsado de la vida académica y su sueño de una Alemania
Oriental ni occidentalizada ni sovietizada se había convertido en una
pesadilla, su amigo continuaba librando una batalla dialéctica que la historia
ya había dado por concluida. No le podía decir a Vlady que su mayor deseo era
romper en mil pedazos el espejo al que Vlady seguía mirando sólo para ver
reflejado el espejo que tenía detrás. Tenía que ser el propio Vlady quien lo
hiciera."
Su hijo contesta a todas sus cartas llenas de nostalgia de un mundo que nunca existió, de esta forma:
Pero la utopía imposible no es lo único que lo atormenta. Su mujer, Helge, lo ha abandonado y se ha ido con su consulta de psicoanálisis a Nueva York. Su hijo Karl (que se intuye que terminará siendo un tiburón de la SPD alemana) no comprende ni sus angustias ideológicas ni la separación de su madre Helge. Su madre, Gertrude, nunca termina de explicarle por qué su padre Ludwik, fue asesinado por los suyos y ve como sus mejores amigos van perdidos sin rumbo o bien se cuelgan de un árbol.
La figura que planea constantemente sobre Vlady es su padre y no se detiene hasta conseguir que, con dinero, su amigo Sao consiga el expediente de la KGB que motivó su asesinato en Suiza.
La historia de Ludwik, de su amada mujer Lisa y de su hijo Félix es, con diferencia, lo mejor de la novela. Su historia empieza así:
"Lo que no soporto de tu generación es que os negáis a
aceptar el veredicto de la historia. En tiempos, la historia se movía
inexorablemente hacia delante, hacia vuestras utopías. Luego la entendisteis
como un proceso con un sujeto: el gran e invencible proletariado mundial, unido
en la lucha de clases contra su enemigo. Ahora la historia se ha convertido en una
ramera. Mira lo que te rodea, Vlady, abre los ojos. Los campesinos pobres de
Ruanda están matando a sus vecinos pobres por cuestiones tribales. Los serbios
cristiano-ortodoxos matan a los bosnios musulmanes y a los croatas católicos,
que a su vez los matan a ellos. ¿Es esto el progreso?
No te echo en cara tus recuerdos ni tu pasado, padre, así
que, por favor, no me eches a mí en cara mi futuro. Yo no quiero utopías.
Quiero tener una vida tranquila, un gobierno decente, una mujer a la que ame y
que me ame a mí, un par de hijos, un sistema público de transporte que funcione
y una bicicleta resistente… en este orden. ¿Te parece aburrido? Tal vez lo sea,
pero prefiero aburrirme y llevar una vida común y corriente antes que vivir a
tope mientras veo cómo perecen millones de seres humanos. La razón debe
sustituir al dogma y a la ideología. Me niego a tratar de implantar una
historia que destruya las historias «menores»."
Pero la utopía imposible no es lo único que lo atormenta. Su mujer, Helge, lo ha abandonado y se ha ido con su consulta de psicoanálisis a Nueva York. Su hijo Karl (que se intuye que terminará siendo un tiburón de la SPD alemana) no comprende ni sus angustias ideológicas ni la separación de su madre Helge. Su madre, Gertrude, nunca termina de explicarle por qué su padre Ludwik, fue asesinado por los suyos y ve como sus mejores amigos van perdidos sin rumbo o bien se cuelgan de un árbol.
La figura que planea constantemente sobre Vlady es su padre y no se detiene hasta conseguir que, con dinero, su amigo Sao consiga el expediente de la KGB que motivó su asesinato en Suiza.
La historia de Ludwik, de su amada mujer Lisa y de su hijo Félix es, con diferencia, lo mejor de la novela. Su historia empieza así:
"Había una vez, en la aldea de Pidvocholesk, en la provincia
de Galitzia, cinco chicos cuyos nombres comenzaban por L. Sucedía esto en la
última década del siglo pasado. Los cinco muchachos se bañaban en las aguas del
mismo río, asistían al mismo colegio, perseguían a las mismas chicas e iban
creciendo sin que les importara el hecho de que su aldea, situada en la
frontera entre los territorios austro-húngaros y los dominios del zar de todas
las Rusias, estuviera sujeta a los caprichos del imperialismo y, cada pocos
años, cambiara de manos. Esto suponía que debían aprender dos lenguas extra en
lugar de una y que les enseñaban a leer a Pushkin y a Goethe en versión
original."
Esos cinco "L" acaban montando el Cuarto Departamento del Ejército Rojo y una extensísima red de espías entre los que se encontraba el famoso Kim Philby y otros igleses de la inteligencia británica.
Cómo este hombre Ludwik pudo relacionarse con Gertrude, la madre de Vlady, tendrán que descubrilos ustedes mismos leyendo la novela. Cosa a les animo fervientemente.
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