John Lanchester
Todos los días laborables de los últimos treinta años, el
señor Phillips ha salido de su casa en los suburbios con su maletín en la mano,
y se ha dirigido a su trabajo en una empresa de servicios en Londres. Y hoy, un
tibio lunes del mes de julio, hará exactamente lo mismo, aunque ya nada será
igual. Para empezar, no llevará un rumbo fijo, pues el viernes lo han
despedido. No se lo ha dicho a su mujer, ni sabe si se lo dirá, y sólo puede
hablar consigo mismo, en un ininterrumpido soliloquio, de esta experiencia que
ha trastocado para siempre su vida, de este cambio radical que inaugura una
nueva etapa. Y así, este hombre sin atributos, este prudente contable de
mediana edad, casado y con dos hijos, emprenderá un peculiar viaje por la
cotidianeidad y por sí mismo, un viaje que le traerá encuentros inesperados
—conocerá a un insólito pornógrafo, seguirá los pasos de una celebridad de la
televisión, se verá atrapado en el atraco a un banco— y no menos inesperados
descubrimientos acerca de sí mismo.
La novela de Lanchester —y el día del señor Phillips— fluye
con una aparente facilidad que linda con la perfección. De minucia en minucia,
de recuerdo en recuerdo, se despliega ante el lector toda la estructura de una
vida, el fidelísmo retrato del vecino de la casa de al lado, pintado con una
sutileza casi puntillista, lleno de matices. Es la épica sin heroísmos de una
vida como todas, de un hombre que, como ha dicho Simone Weil, «abandonado en el
universo no tendría ningún derecho, pero tendría deberes».
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Me gustó mucho "Capital" sobre la vida corriente y rutinaria de una calle de Londres. Me pareció que Lanchester tenía la rara habilidad de hacer que el lector penetrara en la complejidad de la vida de unas personas de una forma suave, casi sin darse cuenta.
Pero Mr. Phillips es bastante diferente. Es la vida de un hombre al final de su madurez, sus deseos, sus vicios y sus miedos. Un hombre normal sin grandes rasgos disntintivos de cualquier otro hombre. La diferencia está en el realismo, a veces un poco impúdico, con el que nos presenta el personaje.
Cuando leía la descripción que Lanchaster hace de los deseos ocultos de Mr. Phillips, pensaba "¿cómo se tomarán estos pensamientos lúbricos las lectoras de este libro?. ¿Se sentirán ofendidas en su pudor o simplemente dirán "Yo ya sabía que los hombres eran así. Nada nuevo bajo el sol"?.
Es un libro sin complejos. Un espejo a lo largo del camino. Muy duro y muy bien escrito.
Aunque debo añadir que "puede herir la sensibilidad del lector (o la lectora)"
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