Patria
Fernando Aramburu
El día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori
se dirige al cementerio para contarle a la tumba de su marido el Txato,
asesinado por los terroristas, que ha decidido volver a la casa donde vivieron.
¿Podrá convivir con quienes la acosaron antes y después del atentado que
trastocó su vida y la de su familia? ¿Podrá saber quién fue el encapuchado que
un día lluvioso mató a su marido, cuando volvía de su empresa de transportes?
Por más que llegue a escondidas, la presencia de Bittori alterará la falsa
tranquilidad del pueblo, sobre todo de su vecina Miren, amiga íntima en otro
tiempo, y madre de Joxe Mari, un terrorista encarcelado y sospechoso de los
peores temores de Bittori. ¿Qué pasó entre esas dos mujeres? ¿Qué ha envenenado
la vida de sus hijos y sus maridos tan unidos en el pasado? Con sus desgarros
disimulados y sus convicciones inquebrantables, con sus heridas y sus
valentías, la historia incandescente de sus vidas antes y después del cráter
que fue la muerte del Txato, nos habla de la imposibilidad de olvidar y de la
necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político.
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Es esta una de las mejores novelas que he leído este año que acaba de terminar. Un buen broche a un buen año de lecturas.
Había leído buenas críticas de este libro pero (no sé por qué razones) me resistía a empezarlo. Quizás porque todos estamos un poco hartos de política o porque deseamos olvidar los tristes y terribles años en que nos derpertábamos con las noticias de muertes y atentados.
Pero, después de leer Patria, he cambiado de parecer. Más que olvidar, perdonar, aquietar ánimos, etc., hace falta profundizar en el por qué de ETA, en cómo se consiguió que centenares de jóvenes desperdiciaran su vida y por qué ochocientas personas vieron como se les quitaba la vida para siempre dejando inmenso dolor para los suyos.
Este libro nos deja claro cómo sucedieron las cosas y las causas. El resultado ya lo sabemos. Después de tantos años de sufrimiento de un país no se consiguió que Euskadi fuera un estado independiente, socialista y unidos sus territorios de España y Francia. Ni de cerca.
Aramburu se centra en un pueblo pequeño cercano a San Sebastián en donde sus gentes se conducen por normas muy claras: no apartarse de la opinión de la mayoría; no exponerse a la malediciencia; la familia es importante, pero la "cuadrilla" casi lo es más porque el espíritu de la tribu es el eje vertebrador de la sociedad.
Se apoya fundamentalmente (en base a capítulos cortos en los que los acontecimientos se mezclan en el tiempo) en la historia de los componentes de dos familias unidas desde casi la adolescencia de sus cabezas. Txato y Bittori con sus hijos Xabier y Nerea, por una parte y Joxian y Miren con Aratxa, Joxe Mari y Gorka, por la otra. Euskaldunes de toda la vida. Txato empresario de transportes hecho a sí mismo, apolítico, compañero de cicloturismo de Joxian al que ayuda en todo lo que puede. Sus esposas, Bittori y Miren estuvieron a punto de entrar juntas en un convento cuando la adolescencia. Casi hermanas. Aratxa y Nerea, siempre juntas en la misma cuadrilla.
Todo se hunde cuando Txato recibe una carta en la que ETA le pide una cantidad de dinero desproporcionada. El no lo entiende. ¡Pero si soy vasco!. ¡Si toda la vida he dado trabajo a la gente de este pueblo!... etc. etc. Cuando un día lluvioso un encapuchado le descerraja cuatro tiros la familia no sólo tiene que llorar su muerte, sino soportar el vacío de todo el pueblo, incluídos los amigos de toda la vida. Y cuando pasan los años y parece que las aguas se calman, a la gente del pueblo le molesta que Bittori, la viuda, regrese a su casa porque "remueve lo que no hay que remover".
El otro gran protagonista de la novela en Joxe Mari. El joven díscolo, mal estudiante, deportista y abertzale que acaba formando parte del Comando Oria de ETA. Cuando lleva años en la cárcel y el soporte ideológico se tambalea tras el abandono de la lucha armada por parte de la banda:
"Se había vuelto solitario, caviloso. Parecía tranquilo, pero
la suya era la tranquilidad del árbol caído. Su soledad deliberada, la de un
hombre cada día más cansado. Y tanto como cansado, escamado. Sus cavilaciones,
las de una conciencia en la que poco a poco habían dejado de resonar consignas,
argumentos, toda esa chatarrería verbal /sentimental con la que durante largos
años él había oscurecido su verdad íntima. ¿Y cuál era esa verdad? Cuál va a
ser. Pues que había hecho daño y había matado. ¿Para qué? Y la respuesta le
llenaba de amargura: para nada. Después de tanta sangre, ni socialismo, ni
independencia, ni pollas en vinagre. Abrigaba la firme convicción de haber sido
víctima de una estafa."
Por favor, no se la pierdan
"
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