No Llorar
Lydie Salvayre
Hija
de un andaluz y una catalana, Lydie Salvayre, cuyo apellido de nacimiento es
Arjona, narra en No llorar la historia de su madre, Montse, nacida en un pueblo
de Lérida, que en 1936, con apenas quince años, se va a Barcelona con su
hermano anarquista. En la ciudad la joven vivirá el despertar al amor y el
júbilo revolucionario de los días posteriores al estallido de la Guerra Civil.
En la
novela se conjuga el presente desde el que Montse desgrana sus recuerdos de
aquellos maravillosos días de libertad de agosto del 36 con la narración de la
estancia de Georges Bernanos en Mallorca y su proceso de escritura de “Los grandes cementerios bajo
la luna” –la condena de un católico
durante la sangrienta represión fascista–. Montse Monclús narra la vuelta de
Barcelona a su tierra natal y su matrimonio, el de la hija de una familia
humilde con el vástago del cacique del pueblo.
A
través de la resurrección de la lengua materna, con su prosa Salvayre construye
un apasionante relato coral sobre el complejo entramado político de la Guerra
Civil, y sobre el exilio y la herencia que dejó a los hijos de los que tuvieron
que dejar España para salvar sus vidas. Como si la primera marcha de Montse de
su pueblo natal hubiera marcado para siempre un destino en fuga.
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He
tardado bastante en hacerme con este libro. Esperaba que saliera en formato
digital, pero no sucedió. Luego traté de comprarlo en Amazon y no sé que
problema tenían con la edición que tardaron bastante en enviármelo. Fue un
regalo de reyes, finalmente.
En
todos los sentidos porque esta novela, Premio Goncourt de 2014, es un auténtico
regalo.
He
estado buscando una palabra que pudiera definir mi impresión tras leer el
último capítulo. Tras darle algunas vueltas creo que la palabra es auténtico. No sé si es o no la historia
de Montse, la madre de la autora (que en el libro se autodenomina Lidia, por
supuesto) pero uno tiene la impresión de que no hay nada inventado en este
texto que te implica e interpela desde la primera página.
La
historia básicamente es la que pueden leer en la sinopsis de la editorial.
Como
lector, sólo añadiré unas pinceladas.
Lydie
Salvayre no explica por qué intercala la historia de George Bernanos con la de
su madre. Las dos se desarrollan con simultaneidad en el tiempo pero en lugares
diferentes: Bernanos en la Mallorca franquista y la de Montse en un pueblo sin
nombre cerca de la Lérida anarquista. Quizás para hacer patente la profundidad
del horror insondable de la conducta humana cuando la mente está poseída por el
demonio del fanatismo.
Antes
señalaba que el libro me ha afectado personalmente. Es así. Me ha traído el
recuerdo de lo que nos contaba mi padre de su experiencia en la Mallorca del
verano de 1936 que coincide punto por punto con el libro de Bernanos. Mi padre
era maquinista naval y el 18 de julio el azar hizo que el barco en que navegaba
(El "Ciudad de Palma" de la compañía Transmediterránea) hubiera
recalado en la capital balear. Un día antes o un día después le hubiera situado
en la Barcelona republicana. Toda la familia veraneaba junto al mar en la bahía
de Palma, pero ante el temor de posibles bombardeos, decidieron trasladarse a
una casa de campo a unos seis kilómetros al interior. Mi padre cada día debía
tomar la bicicleta y desplazarse hasta el puerto a su trabajo. Cuando regresaba
contaba consternado cómo había pasado junto a cinco o seis asesinados
("paseados") en la cuneta de la carretera de Sineu. En los primeros
meses de la guerra se asesinaron cerca de tres mil personas en Palma por
escuadrones falangistas. Asesinados sin juicio simplemente por ser
republicanos, sindicalistas o "desafectos" al Movimiento Nacional.
Los muertos en la carretera continuaron durante meses hasta que los militares
tomaron el control. Entonces se continuó matando pero en la tapia del
cementerio y tras una rápida sentencia de un tribunal militar.
Bernanos,
intelectural de derechas, católico se horrorizó no sólo por la matanza sin
sentido, sino, principalmente, por la connivencia y el apoyo de la jerarquía
eclesiástica que no sólo ignoraba los asesinatos, sino que los absolvía
cínicamente.
El
autor francés cuenta cómo su conciencia le impidió callar:
"Así,
pues, hace acopio de fuerzas para conciliar su conciencia y se decide a contar
lo que le hace estremecerse de horror. Se decide a contar la invencible
repugnancia que le inspiran la sospecha generalizada, la delación recompensada
por la Iglesia, el secuestro nocturno de los malpensantes y el de los impíos
fusilados sin proceso alguno, por la furia religiosa consustancial a la parte
más oscura, más venenosa, del alma humana"
La
novela hace mucho hincapié en esta conducta hipócrita y cómplice de la Iglesia
española y la romana.
El otro
lado de la moneda es el relato de lo vivido por la protagonista, Monste, y su
hermano Josep a lo largo del verano del 36 cuando la utopía anarquista era una
posibilidad real. Su ida a la gran ciudad en donde se han colectivizado cines,
bares, restaurantes y en donde todo es alegría, entusiasmo y seguridad en la
revolución. En donde extranjeros de todas las nacionalidades viven junto a
ellos la esperanza de que es factible una sociedad sin clases, sin opresores,
sin dinero y en paz.
El
idealismo de Josep y su anarquismo militante choca con la frialdad, la
planificación y la obediencia al stalinismo de Diego que pospone la revolución
a la victoria en la guerra. Todos sabemos cómo acabaron unos y otros.
Una
gran novela en escasas doscientas páginas
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