La amante de Bretch
Jacques-Pierre Amette
El novelista francés Jacques-Pierre Amette, autor además de
varias piezas teatrales y profundo conocedor del mundo de los escenarios,
encontró inspiración en la vida del dramaturgo alemán Bertolt Brecht para
componer esta novela de amores adúlteros y de espionaje que se alzó con el
Premio Goncourt 2003, precisamente en el centenario de este prestigioso
galardón.
En octubre de 1948, Bertolt Brecht regresa a Berlín
oriental, una ciudad en ruinas, llena de tanques soviéticos y de miseria. Han
pasado quince años desde que, en 1933, en los albores del nazismo, partiera a
un exilio que lo llevó a Estados Unidos tras recorrer medio mundo. En su
regreso, lo acompaña su mujer, la actriz Helene Weigel, y se dispone a dirigir
el famoso Deutsches Theater, donde empezará nada más y nada menos que con la
célebre Antígona de Sófocles. Sin embargo, la policía política
comunista no se fía: quiere asegurarse de que Brecht sigue siendo un verdadero
«camarada». Así pues, conocedores de las flaquezas del dramaturgo, se disponen
a preparar un cebo: María Eich, la futura Antígona, una hermosa y delicada
actriz vienesa que no tiene mucho que perder pero sí una familia a la que
proteger y un pasado colaboracionista que borrar.
Algo que llama la atención, es que también de una forma muy
ligera se califica al maestro como de aficionado a la bebida.
En ciento sesenta y cuatro páginas de texto, se trata un
tema interesante de una manera muy fugaz, ligera y atractiva.
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Un buen amigo y excelente lector me escribió hace un tiempo criticándome que no profundizaba suficientemente en mis lecturas y que, demasiado a menudo, me dejaba llevar por mis prejuicios.
Siempre agradezco lo que puede evitarme errores y me propuse enmendar el galope tendido de la lectura.
Fracasé completamente con este libro nada menos de Premio Goncourt.
Por mucho que leo y releo en busca de un sentido oculto del texto, de una misteriosa clave que me haga ver la profundidad del pensamiento
del autor, sólo veo ligereza y simplismo envolviendo largas descripciones de paisaje o parrafadas extrañas. Por ejemplo:
"La mayoría de las personas —dijo de un tirón, casi sin
respirar— no son conscientes, María, de los efectos que el arte puede producir
en ellas, efectos buenos y efectos malos. La representación da una imagen, una
idea del mundo, clara o confusa, usted debería saberlo, y, aunque no esté usted
atenta, a nadie dejará intacto, ¡ni siquiera a usted! ¡El arte que no se hace
para ser comprendido, tenido en cuenta, degrada! ¿Puede usted entender eso?"
Yo no, desde luego.
"Después de comer reinaba el silencio bajo un cielo azul
claro. Los bañistas se veían como puntitos, el mar centelleaba. Amplitud,
nubes… Una sensación de divina dulzura invadía a María. Las potencias marinas
parecían tragarse las siluetas, entre los fulgores de alta mar. María se
preguntaba por qué querer explicar cosas incomprensibles con cosas
comprensibles. Se quedaba sentada en un banco y contemplaba admirada aquellas
olas vespertinas venidas de los países escandinavos que blanqueaban la costa
con tanta regularidad."
Después de terminar el libro me pregunto ¿era Bertol Brech ese egomaníaco, pseudo marxista, depredador y violador que consideraba a las mujeres meros recipientes de su deseo sexual insaciable? o bien ¿era el genio que todos lo consideran?. ¿Era las dos cosas?. No me ha quedado nada claro.
Y me albergan de nuevo las dudas. ¿Habré profundizado poco?.
Me tranquiliza la crítica que en su día hizo en Babelia José Maria Guelbezu. Mucho mejor de lo que pudiera hacer yo.
"Lo malo de este estilo de relato a base de cuadros ligeros y
comentarios vaporosos es que no es un estilo siquiera, sino una forma de
escamotear todas y cada una de las dificultades que entraña construir una
novela para salirse por la tangente de la frivolidad. Ésta es una
novela-formato para uso de mentes breves que desean buscar un barniz que les
evite pensar o entender o apreciar la belleza de una construcción formal. La
historia en sí -el regreso de Brecht, el descubrimiento de las bases del Estado
que estaba creando Ulbricht de la mano de Moscú, su propio trabajo de
dramaturgo, su vida personal, con vicios y manías, con golpes de grandeza y golpes
de miseria, a la hora de enfrentarse a su deteriorado estado de salud y a los
pocos años que le quedaban de vida, el mundo intelectual alrededor, el ambiente
del Deutsches Theater, el encuentro del arte con la política, el conflicto
entre lo público y lo privado, la mano de la censura y la sombra del
conformismo, la propia figura de una delatora-amante...-, la historia en sí
tiene de todo y todo es minuciosamente obviado en lo que posee de nervio
dramático, es decir, de trabajo literario, y reducido a una serie de pinceladas
superficiales en busca de un relato dinámico y guay con un punto picante de
cultura."
Me quedo sin poder hacerme un juicio de cómo era el famoso dramaturgo.Y me temo que no se han despejado mis reservas ante los grandes premios literarios.
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