¡¡La Exclusiva!!
Annalena McAfee
Anagrama
Contraportada
Honor Tait, famosa periodista
casi octogenaria que fuera descrita en sus días de gloria como alto cociente
intelectual con escote bajo, prepara la escena para recibir a una colega mucho
más joven que viene a entrevistarla y hace desaparecer todo aquello que pueda
dar pistas sobre su larga y agitada vida pública y privada.
Porque se dice de ella que se casó demasiadas
veces y que iba a las fiestas de Hollywood cuando Hollywood era una fiesta.
La entrevistadora es Tamara Sim, veintisiete años,
trabajadora free lance en una revista del corazón, que no ha pisado la
universidad pero compensa su ignorancia con ambición e ingenio. Y sobre los
encuentros y desencuentros de estas dos mujeres de diferentes generaciones y
clase social, con una ética profesional y una visión del mundo muy diferentes,
se despliega esta espléndida novela de periodistas, que va de la sátira a la
intriga policíaca, de la comicidad a la desolación.Una farsa muy literaria, muy
inteligente, con momentos a lo Nancy Mitford o Helen Fielding... Negra y
exquisitamente divertida (The Independent).Una fábula efervescente, aunque a
veces golpee con mano dura, que revela el talento de la autora para la sátira
(Michiko Kakutani, The New York Times).Una ironía tan refinada como venenosa
(Annabella dAvino, Il Messagero)
Mis impresiones
Queridos amigos y amigas: Me vais a permitir que, por
una vez, rompa la sistemática de este sencillo blog de reseña de lecturas para
escribir una carta a una gran amiga que fue la que me recomendó este libro.
Querida Elvira: En primer lugar perdona por tenerme
que comunicar de esta forma que no es la habitual entre nosotros. Algunos de
los que leen y soportan estas reseñas no entienden el catalán y, de lo que se
trata, es de que la comunicación pública sea eficiente.
He tardado bastante en leer este libro que me
recomendaste y ello por varias razones. En el lugar en donde en
estos momentos estoy viviendo se produce la anomalía de que, a pesar de ser uno
de los municipios más pijos de España, no hay librerías sino más bien
papelerías con algunos libros. Para comprar un libro debo coger el coche, irme
por la autopista hasta un gran centro comercial muy dorado y aparatoso (le
llaman vulgarmente “el Vaticano” por su presuntuosa cúpula) en donde hay un
FNAC. Una vez allí, casi nunca tienen el libro que me interesa y no queda más
remedio que pedirlo. Pasada una semana me mandan un SMS al móvil y finalmente
consigo el libro.
Pero ah!. Este no es un libro cualquiera. No es una
novelita que explica una historia de buenos y malos con abundancia de
descripciones de auroras rosadas. En realidad me parece más bien una obra de
teatro. (No me explico cómo aún no la han producido como tal.)
Y luego, claro está, (y eso ya lo sabías cuando me lo
recomendaste) toca un tema, el periodismo, que ambos hemos vivido durante un
cierto tiempo en aquel hermoso y fallido experimento que se llamó “Mundo
Diario” de Barcelona a principios de los setenta. Por supuesto que tú lo viviste
mucho más intensamente como redactora y como esposa del director. Mi paso fue
mucho más tangencial y anecdótico pero lo suficiente como para poder reconocer
en esta novela situaciones, debates y reflexiones. Eso ha hecho que emborronara
el libro de anotaciones, llamadas de atención (¡¡ojo!!, importante... etc.,) y
me demorara en la lectura.
Nuestra experiencia, como antes he señalado, se
enmarcaba en la España de principios de los setenta. No sólo no había muerto
Franco, sino que pasamos por varios estados de excepción y, como recordarás,
por varios secuestros de las ediciones del grupo Mundo. No tiene nada que ver
aparentemente con el periodismo inglés de finales de los noventa en donde ya
internet y el periodismo digital enseñaba la patita.
Existía la censura. Por supuesto. Pero lo más intenso
era la autocensura. Debíamos describir la realidad y la opinión “entre líneas”,
como en un juego de encriptación. Pero los principios, la ética periodística
siempre estuvo clara: describir lo que sabíamos con certeza contrastada.
En la novela se nos plantean dos mundos periodísticos
opuestos diametralmente: el de Honor Tait (una especie de Oriana Fallaci que ha
estado prácticamente en todos los conflictos, desde la Guerra Civil española, a
la de Vietnam) y el de Tamara Sim, una “trepa” sin formación alguna pero con
una ambición que corre paralela a su ego.
La octogenaria periodista
reflexiona sobre lo que ha cambiado en el periodismo desde su experiencia a la
realidad actual:
“Lo que había cambiado era el
contexto en el que se situaban estas historias de crueldad humana, codicia e
injusticia. En el pasado, su gravedad se destacaba en una páginas tan sencillas
como lápidas. Hoy tenías que buscarlas en medio de un mareante torbellino
visual.
Estas historias (de
mortandades en lugares remotos) atemporales de injusticias ahora lloriqueadas
inútilmente (...) se mezclaban con los relatos más descarados sobre la vida
privada de la realeza y las estrellas del pop, los actores y los futbolistas-
La cobertura política, también era mucho más estrecha de miras, un subconjunto
de la industria del espectáculo.”
La óptica del periodismo de
Honor es completamente diferente:
“El talento (del periodista está en) ver realmente.
A través de la observación paciente, la acumulación meticulosa de detalles y el
afán de verdad, emergerá una visión más amplia. El periodista tiene el deber de
defender a los débiles e iluminar con un faro los rincones más oscuros de la
experiencia humana”.
Pero, querida Elvira, la
novela de la mujer de Ian McEwan no es sólo un contraste lúcido entre el
periodismo serio y en lo que éste ha derivado. Fundamentalmente la novela es un
drama. El drama de una gran periodista que, como ser humano, ha cometido errores
garrafales y ahora, al final de su vida tiene que contemplarlos. Pecados porque
ella sabe que no siempre fue el “faro que ilumina los rincones más oscuros de
la experiencia humana” y que tiene en su conciencia alguna omisión importante,
alguna autocensura que hace que su discurso no sea del todo impoluto. Cosas que
ha callado y cosas que debiera haber hecho y no les dio el valor que realmente
tenían.
Igual que se describe con
gran lucidez la figura de Honor Tait, se hace lo mismo con su deuteragonista,
Tamara Sim.
Para ella lo importante es “brillar”.
Da igual los medios que se usen: robar correspondencia, violar la privacidad
sin rubor, inventarse aquello que “redondea” un artículo y ¡sobre todo!
¡conseguir una exclusiva!.
La entrevista entre ambas es
una maravilla. A pesar de la desigualdad de pesos y que la entrevistada conoce
todos los trucos a los que puede acudir la entrevistadora, la verdad es que
Honor Tait no estaba preparada para resistir lo que se viene encima.
Gracias Elvira por esta
recomendación que hago extensiva a todos los que pueda interesarles lo que está
pasando en los medios. Algo que nos afecta directamente a todos y a nuestra
libertad como ciudadanos.
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