Almas Grises
Phillippe ClaudelSalamandra
Contraportada
Diciembre de 1917. En un
peque
Ganadora del prestigioso
premio Renaudot y elegida Libro del Año por los libreros franceses y la revista
Lire, esta novela posee una belleza sombría y seductora que emana tanto del
clima misterioso que envuelve la historia como del profundo y descarnado retrato
de los personajes que la componen.
Mis impresiones
En su momento me gustó mucho
otra gran novela de Phillippe Claudel: "La nieta del señor Lihn" y
cuando C, una amiga de toda la vida, me recomendó ésta, la puse en el apartado
de "libros para leer cuanto antes".
No me he arrepentido. C tenía
razón. Es un esplédido libro.
El protagonista escribe, a lo
largo de veinte años, una especie de carta a su difunta esposa en la que relata
lo ocurrido en un pueblo (de nombre R) situado en el norte de Francia. Este personaje no tiene
nombre conocido pero, a mediados de la novela, llegamos a saber que era el
policía del pueblo.
R está a unos 20 Kms de la
ciudad V y ésta, a su vez, está cerca del frente de una guerra que parece
interminable y que estalló en 1914.
Todo lo anterior es relevante
porque los dramáticos acontecimientos que se relatan probablemente no hubieran
tenido lugar sin la proximidad a esta conflagración.
Los citados acontecimientos
se refieren al trágico final de cuatro mujeres: la esposa del policía, Clémence,
la del Fiscal de V, Clélis de Vincey, la joven maestra del pueblo, Lysia
Verhareine y la niña Belle de Jour.
Cuatro historias de amargo
final que convirtieron a los que las sobrevivieron en tristes y solitarias “almas
grises”.
Clémence muere desangrada en
un parto desgraciado. Clélis de Vincey muere muy joven al poco tiempo de su
matrimonio con el Fiscal Destinat que se convierte en un ser con el sobrenombre
de “Tristeza”. Lysia Verhareine, la joven maestra que ha enamorado a todo el
pueblo con tu sonrisa, muere ahorcada cuando conoce la suerte de su amado en el
frente y, finalmente, la niñita Belle de Jour es la protagonista de lo que se
conoce como “el Caso” al ser hallada asesinada junto al cauce de un canal.
Muchos años después de estos
sucesos, el policía encuentra el diario de la maestra que contiene tres fotos:
la de ella, la de la esposa del Fiscal y la de la niña asesinada. Al mirarlas,
el protagonista de la novela reflexiona:
“La primera foto era sin duda
la que había servido de modelo al pintor del gran retrato que colgaba en el
vestíbulo del Palacio. En esa época, Clélis de Vincey tendría unos diecisiete
años. Aparecía en mitad de un pastizal esmaltado de esas umbelíferas conocidas
como «reinas de los prados». La muchacha reía. Llevaba un sencillo vestido
campestre que realzaba su elegancia natural. Un sombrero de ala ancha le cubría
la frente de densa sombra, pero los ojos, la sonrisa y el brillo del sol en la
mano que sujetaba el borde del sombrero para evitar que se lo llevara el viento
daban a su rostro una gracia resplandeciente. La auténtica reina del prado era
ella.
La segunda fotografía había
sido recortada, como indicaban los bordes rectos a derecha e izquierda. En
aquel curioso formato, inusualmente estrecho, una jovencita risueña miraba
directamente a la cámara. La tijera de Destinat había aislado a Belle de Jour en
la fotografía que le había dado Bourrache. «Una auténtica Virgen María», me
había dicho el padre. Y tenía razón. El rostro de la niña tenía algo de
religioso, de belleza sin artificios, de belleza pura, de sencillo esplendor.
La tercera mostraba a Lysia
Verhareine recostada en un árbol con las palmas de las manos contra el tronco,
la barbilla ligeramente alzada y los labios entreabiertos, como si esperara el
beso de quien la contemplaba y había tomado la foto. Era tal como la recordaba.
Lo único que cambiaba era la expresión. A nosotros nunca nos había dedicado una
sonrisa así, nunca. Era la sonrisa del deseo, de un amor a todas luces
apasionado, y puedo asegurar que verla en aquella actitud resultaba realmente
turbador, porque, de pronto, al contemplarla sin máscara, uno comprendía quién
era en realidad aquella mujer y de qué era capaz por el hombre al que amaba.
No obstante, lo más extraño
de todo aquello -y no fue el aguardiente que había bebido lo que me hizo verlo-
era la sensación de estar contemplando
tres imágenes de un mismo rostro, aunque capturado en distintas épocas y
edades diversas.
Belle de Jour, Clélis y Lysia
eran como tres encarnaciones de la misma alma, un alma que había dado a los
cuerpos que había revestido una misma sonrisa, una dulzura y un fuego que no se
parecían a ningún otro. La misma belleza, encarnada y vuelta a encarnar, nacida
y destruida, surgida y desaparecida. Verlas así, una junto a otra, producía
vértigo. La mirada pasaba de la primera a la segunda y de la segunda a la tercera,
pero siempre encontraba lo mismo. En todo aquello había algo puro y diabólico a
un tiempo, una mezcla de serenidad y horror. Ante tanta constancia, uno creería
que lo hermoso permanece en el tiempo y que lo que fue volverá.”
Es una narración conmovedora
y atroz en la que a la muerte no le basta su cosecha de las cercanas
trincheras, sino que tiene que cebarse en estas pobres mujeres de un pueblo
cercano a la batalla que dejan a las que las quieren en la gris soledad de una
vida sin sentido.
Magnífica. No se la pierdan
si pueden.
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