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miércoles, 3 de agosto de 2016

El mal de Portnoy. Philip Roth

El mal de Portnoy
Philip Roth



En sus sesiones de psicoanálisis, Alexander Portnoy confiesa que la obsesión por el sexo ha dominado su vida. Portnoy, Tiene un trastorno en que los impulsos altruistas y morales se experimentan con mucha intensidad, pero se hallan en perpetua guerra con el deseo sexual más extremado y, en ocasiones, perverso. 
Spielvogel considera que estos síntomas pueden remontarse a los vínculos que hayan prevalecido en la relación madre-hijo.

Esta sinopsis proporcionada por la editora dice una verdad a medias. El libro de Philip Roth refleja los problemas de índole sexual (o la hipersualidad, como ustedes quieran) de Alex Portnoy pero el verdadero problema de este personaje no es éste. El problema es que es judío. Que tiene una madre judía como los chistes de madres judías. Que tiene un padre judío al que considera un débil de carácter y al que le es imposible reverenciar. Que a los treintra y tres años, cuando todos sus compañeros ya están casados y con hijos, él no ha podido romper la dependecia psíquica con sus padres. Que su deseo más profundo es haber nacido goy, es decir gentil, en lugar de judío y que, contradictoriamente, va a Israel para buscar una pareja que se parezca a su madre y, cuando está rodeado de judíos y judías por todas partes... queda impotente. La hipersexualidad... buff... voló.

El libro es un sarcasmo total de las contradicciones, la vida reglada hasta el más mínimo detalle y la hiperprotección de unos padres... judíos.

Philip Roth, muchos años después de publicar este libro, explicó en una entrevista en "El País" cómo le había cambiado la vida y qué es lo que pretendía con él:

"Al volver a leer El mal de Portnoy 45 años después, estoy sorprendido y contento: sorprendido de que pudiese haber sido tan temerario, y contento por haberlo sido. Desde luego, mientras trabajaba no era consciente de que, a partir de ese momento, nunca me iba a librar de este paciente psicoanalítico al que llamaba Alexander Portnoy; de que, de hecho, estaba a punto de intercambiar mi identidad por la suya y de que, posteriormente, muchas mentes considerarían que su personaje y toda su parafernalia eran míos, y de que mis relaciones con gente conocida y desconocida cambiarían en consecuencia.

El mal de Portnoy fue el cuarto de mis 31 libros. 
Al escribirlo, solo pretendía liberarme del escritor que había empezado a ser en mis tres primeros libros. No buscaba una catarsis como neurótico o hijo, como algunos dieron a entender, sino más bien una emancipación de los métodos narrativos tradicionales. Aunque es posible que el protagonista se esfuerce por huir de su conciencia moral, yo trataba de liberarme de una conciencia literaria construida por mis lecturas, mi educación y mi meticulosidad, de mi habitual sentido del decoro prosístico. Mi impaciencia con las virtudes de la progresión lógica hacía que quisiese renunciar al desarrollo ordenado y coherente de un mundo imaginado, y hacía que quisiese avanzar atropelladamente, frenéticamente, como el clásico paciente de psicoanalista progresa idealmente en plena libertad asociativa."

«El libro más increíblemente divertido sobre sexo escrito hasta la fecha», The Guardian

He descubierto que debía haber leído este libro mucho antes

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