Ordenes sagradas
Benjamin Black
Alfaguara
Cuando leo las novelas negras de Benjamin Black siempre
tengo la impresión de que John Banville, su auténtico autor, lo ha pasado en
grande escribiéndolas. Además no puede disimular la calidad literaria de los
textos que, por lo demás, son historias sin grandes misterios.
Lo importante de estas novelas no es lo que ocurre, sino
cómo unos personajes muy humanos (y, por consiguiente) contradictorios, viven lo
que ocurre. Y siempre lo viven desde su propia historia, sus recuerdos y el húmedo
y triste ambiente del Dublín de la inmediata postguerra.
El Doctor Quirke, el forense protagonista de muchas de estas
novelas, es un ser amargado que mira al mundo con cierto grado de estupefacción
porque no sabe si lo que le ocurre es culpa de su alcoholismo o algo peor que
está germinando en su cerebro. Sus torpezas en sus relaciones con la gente que
le quiere y aprecia son parte de su encanto. Pero la realidad actual en la que
sobrevive es hija de un doloroso pasado, de una orfandad, de años de malos
tratos y perversiones sexuales en un internado de curas católicos.
Cuando se encuentra sobre el mármol de su mesa de autopsias
con el cadáver destrozado a golpes de un joven periodista ingenuo y ambicioso,
todo este pasado vuelve a él.
Como antes señalaba, la historia no tiene grandes misterios.
Desde el principio el lector intuye lo que ha pasado más o menos. Pero sigue enganchado
a la lectura no por la historia en sí, sino por cómo lo cuenta el autor y cómo
la viven los personajes.
Una gran novela con un final abierto.
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