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jueves, 26 de junio de 2014

Cuerpos incómodos. Lorenzo Silva (67)



Cuerpos extraños

Lorenzo Silva
Destino

Sinopsis
Mientras pasa el fin de semana en familia, el brigada Bevilacqua recibe el aviso de que el cadáver de la alcaldesa de una localidad levantina, cuya desaparición había sido previamente denunciada por el marido, ha sido hallado por unos turistas en la playa. Para cuando Bevilacqua y su equipo llegan y se hacen cargo de la investigación, el juez ya ha levantado el cadáver, las primeras disposiciones están tomadas y se está preparando el funeral.
   El lugar es un avispero en el que se desatan todo tipo de rumores sobre la víctima, una joven promesa que venía a romper con los modos y corruptelas de los viejos mandarines del partido y que apostaba por renovar el modo de hacer política. Además, el descubrimiento de su agitada vida sexual, que puede calificarse de todo menos insípida, arroja sobre el caso una luz perturbadora.
   Pero no hay mucho tiempo para indagar y en esta ocasión Bevilacqua y Chamorro deben apresurar una hipótesis en un fuego de intereses cruzados, en el que la causa de la joven política es también la causa de la integridad personal, de la que el país entero parece haberse apeado.

Mi comentario
Como en todas las novelas seriadas, el lector asiduo conoce a los principales personajes y ahorra descripciones y caracterizaciones. Silva, que conoce muy bien el Benemérito Cuerpo, pinta un cuadro muy realista de la Guardia Civil actual que poco tiene que ver con los picoletos franquistas, sin ocultar las luces y las sombras de una investigación llevada por ellos,

En este caso la alcaldesa asesinada es un “cuerpo extraño”. Una idealista empeñada en cambiar un sistema corrupto enquistado desde hace muchos años en nuestra sociedad.

Silva lo explica muy bien en una conversación entre el Brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro:

Pasamos junto al perfil irreal de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, que iluminada en plena noche parecía aún más fantasmagórica. Su imagen, la de esos cuerpos extraños emplazados en la médula de aquella vieja ciudad, se me antojó simbólica, de un tiempo y un lugar que eran los de la historia que nos había tocado reconstruir. Una historia en la que algunos, desoyendo las advertencias de ese grillo abatido por la ciega codicia, habían dejado que elementos extraños, tan tóxicos como perturbadores, entraran en el reducto al que no pertenecían y donde nunca habrían debido ser admitidos, el de los intereses y los asuntos públicos, con trágicos resultados. No dejaba de ser una paradoja que el obstáculo con el que habían tropezado hubiera sido alguien como Karen, que era a su vez un cuerpo extraño entre los suyos, una persona capaz de anteponer sus principios a las componendas, alguien que, como decía Pereira, ni encajaba ni debía estar allí.

   —Cuerpos extraños —dije, poniendo en voz alta mi pensamiento.
   —¿Qué? —preguntó Chamorro.
   —Me ha venido la idea viendo esos edificios. Se supone que el organismo los rechaza y por eso suele delatar su presencia con molestias, o expulsarlos, pero a veces se instalan, el cuerpo se acostumbra, y no es posible librarse de ellos a menos que alguien los extraiga.
   —¿Y a qué viene eso, ahora?
   —A lo que nos trajo aquí. Unos cuerpos extraños que se esconden entre nosotros, que a veces dan señales, los detectamos y los extraemos, pero otras veces no, se acomodan, se rodean de una cápsula de tejido y ahí se quedan, minándonos poco a poco. Nuestra pobre alcaldesa no tuvo tanta suerte. También era, a su modo, una intrusa en el organismo al que había ido a parar. Pero a ella sí que la expulsaron.”

Estaba leyendo estas líneas mientras el Telediario sacaba la noticia (no por esperada, menos importante) de la imputación de la Infanta Cristina por el intrépido (no sé exactamente si el calificativo es el adecuado) Juez Castro. Una imputación escrita en un auto de doscientas y pico páginas que será recurrido, no sólo por las defensas de los muchos acusados, sino también por el Fiscal Anticorrupción y la Hacienda Pública creando una situación bastante inusual.

Espero que mi admirado Pepe Castro no termine como la imaginaria alcaldesa de Silva, pero lo que es seguro es que se ha convertido en un “cuerpo extraño” de los que se describen en esta novela, dentro de una España convulsa, desorientada, harta de corrupción a todos los niveles y necesitada de que estos “cuerpos extraños” que están remando contra corriente, no sean expulsados por el cuerpo social, sino asumidos y elevados a los altares.

Esta novela es un excelente entretenimiento para las vacaciones.


  

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