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jueves, 29 de junio de 2017

Detrás del Muro. Roberto Ampuero

Detrás del Muro

Roberto Ampuero


El Muro de Berlín se alza amenazante ante sus ojos. Lo precede la franja de la muerte, con un campo minado, perros, torres de vigilancia y alambradas que impiden a cualquier alemán oriental cruzar a Occidente. Es el socialismo real, un mundo en las antípodas de los sueños de un joven veinteañero e idealista.
En este relato en primera persona -la esperada continuación de Nuestros años verde olivo-, Roberto Ampuero narra los años en que vivió en la República Democrática Alemana, adonde llegó huyendo de la dictadura chilena cuando era un militante de las Juventudes Comunistas de Chile. Allí se encontró con la solidaridad del Gobierno comunista que le permitió vivir, estudiar y amar, pero asimismo con un sistema represivo, atrasado económica y culturalmente, y que solo lograba mantenerse en pie gracias al Estado policial y a las tropas soviéticas.
Detrás del Muro es la historia de un joven que se desencantó de un sistema aplastante y jerárquico, en el que el individuo no valía demasiado. Y es una reflexión sobre la necesidad de defender la libertad y la dignidad del ser humano ante las ideologías totalitarias. 

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Ciento sesenta y ocho kilómetros de extensión, empalizadas de una altura media de entre 3,40 y 4,20 metros, 44,50 kilómetros de valla metálica y medio kilómetro de fachadas de antiguas casas, 300 torres de vigilancia, 31 puestos de operaciones, 259 kilómetros de zona de patrullaje con perros y 20 búnkeres: Eso era lo que separaba el capitalismo del socialismo real. O dicho de otra manera, lo que encerraba a los habitantes de la RDA para que no escaparan del
paraíso.
Hay bastantes novelas más o menos autobiográficas que relatan cómo era realmente la vida en la Alemania del Este. "El muro de Berlín" de Frederick Taylor, "Historias simples" de Inge Schulze, "Zona de tránsito" de Julia Franck, "Dos puntos de vista" de Uwe Johnson, pero a mí la que me impresionó más fue "En tiempos de luz menguante" de Eugen Ruge porque es la que más emociona al lector de la tragedia de las vidas de los que vivieron encerrados cuarenta años y luego "cayeron" en la libertad del capitalismo.

Esta novela del chileno Roberto Ampuero nos ofrece una perspectiva distinta. Aquí no vivimos junto a los que enjaularon. Tenemos la visión y la perspectiva de un comunista extranjero que vivió "junto a" los que estaban encerrados. Y también vivimos la evolución del pensamiento de este comunista desde la fe religiosa en un socialismo redentor hasta el descreimiento total.

El libro nos hace ver varios tipos de "socialismo real" por la experiencia del autor en la RDA en dos ocasiones separadas por cinco años y por lo vivido en la Cuba castrista en este tiempo. Sólo se parecen en los sistemas de control de la sociedad. Pero también la novela está llena de conversaciones y anéctotas con otras gentes, intelectuales o no, que han vivido y padecido este paraíso utópico.

Una de estas primeras conversaciones clarificadoras es la que tiene el autor con Luis Moulián. Ambos deciden comprobar que, como reza la doctrina marxista, el socialismo se impondrá inevitablemente a la tecnología capitalista. Para ello se sientan en una céntrica plaza de Berlín Este y simplemente observan los avances técnicos de lo que ven.

"La verdad es que la tecnología socialista está atrasada en por lo menos un cuarto de siglo con respecto a la capitalista —le dije a Moulián—. Los camiones y autos rusos, por ejemplo, o los buses húngaros y las retroexcavadoras rumanas parecen de la década del cuarenta en el capitalismo.
Moulián se acarició la barba, sonriendo pensativo, achicando los ojos detrás de sus cristales.
—Es que tal vez Karl Marx no estaba equivocado —dijo al rato.
—¿Cómo?
—Puede que, como dijo Marx, el socialismo permita en efecto un mayor desarrollo de las fuerzas productivas que el capitalismo. Así ha ocurrido en todas las formaciones sociales en relación con sus precedentes: la tecnología del capitalismo superó a la del feudalismo y esta a la del esclavismo, y esta a su vez a la de la sociedad primitiva. Lo dicen Marx y Engels. Basta con leer El capital o El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
—¿Y entonces?
—Quizá el atraso de las fuerzas productivas en la RDA frente a las del capitalismo no se deba a que Marx se equivocó, sino a algo peor.
—¿A qué?
Habíamos vuelto a sentarnos para corroborar la teoría, esta vez en un banco cerca del hotel Astoria. El banco de hormigón era un bloque de hielo y estaba junto a los rieles del tranvía que pasa frente a la estación de trenes.
—A algo más sencillo: a que esto no es socialismo."

Esta es la cuestión clave para mí. ¿Y si el fracaso del socialismo real se debió a que, en realidad, no era socialismo?.
A lo mejor la Iglesia Católica no tiene nada que ver con el cristianismo.
Si ésto es así, ¿quién es el hereje?.

Porque la novela, una y otra vez, va desde la fe al descreimiento y la herejía del protagonista. 

Es una novela muy interesante aunque algo reiterativa. Los planteamientos se repiten una y otra vez. Pero, a pesar de todo, vale la pena seguir los racionamientos que conducen al protagonista al descreimiento en la utopía comunista. 



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