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jueves, 11 de septiembre de 2014

El cantar del fuego. A. B. Yehoshua (80)



El cantar del fuego

A.B. Yehoshua
Editorial Duomo


No puedo negar que me encantaron las dos anteriores novelas editadas en castellano de Abraham B. Yehoshua: “Divorcio tardío· y “Una mujer en Jerusalén” así que en la primera ocasión que pude me lancé sobre esta novela de la que ya había leído su presentación en “El País”. El título de la entrevista a Yehoshua ya es bastante explicativo: ·¡Basta de Holocausto, basta de días de homenaje a soldados caídos, basta!

Yehoshua se nos presenta como un israelí enamorado de su tierra y ferviente defensor de su ejército (no de lo que los políticos le hacen hacer). Contrario a las provocaciones de los colonos que van poco a poco construyendo en suelo palestino. 

Por otra parte se declara hombre de familia, defensor de los matrimonios que se quieren y se hacen la vida más fácil.

Precisamente el eje de la novela es el matrimonio compuesto por Amotz Yaari y Daniela. Un matrimonio que dura ya 37 años con un amor y una entrega absolutas. El es ingeniero de ascensores y trabaja en la empresa heredada de su padre y ella es el corazón de la familia. Tienen un hijo, Moran, también ingeniero, casado con la hermosa Efrat que le ha dado una nieta de cinco años, Neta y un agitado nieto de dos, Nadi.

La novela empieza con la separación por primera vez en más de treinta años de Yaari y Daniela. Ella vuela a Tanzania por una semana para reencontrarse con el marido de su hermana, Jeremy Yirmeyahu. Daniela siente la necesidad de volver a revivir el duelo por su hermana muerta junto a su marido.

La novela es, pues, la narración de lo que ocurre a esta familia israelí normal a lo largo de una semana. Una semana con una connotación especial porque es Janucà la fiesta anual en la que los judíos celebran la victoria de los Macabeos sobre los seleúcidas en el 165 a.c. Es una fiesta que dura precisamente una semana. Cada día, los miembros de la familia encienden una vela en la Januquyià, el candelabro de ocho brazos símbolo de Israel. Es una fiesta (como la mayoría de las fiestas judías) en la que los niños tienen más protagonismo y los integra más en el seno de una comunidad que puede ser ritual sin ser necesariamente religiosa practicante. Como es el caso de esta familia.

A partir del momento en que Daniela toma el avión hacia Tanzania, la novela transcurre en dos escenarios distintos: Tel Aviv por un lado y Africa por otro. Cada capítulo viene encabezado por el encendido de una vela del Janucá y se desarrolla en una jornada. Estos dos ambientes, tan distintos le permiten a Yehoshua mostrar diferentes problemáticas: por un lado Amotz, con la familia de su hijo, su padre, asaltado por los temblores del Parkinson y atrapado en una silla de ruedas pero con las facultades mentales muy despiertas, problemas de ruidos en ascensores y con la nostalgia creciente de su mujer.
Daniela en Tanzania con su cuñado, diversas peripecias, nuevos amigos y nuevas experiencias.

Por un momento pensé que el protagonista era Amotz, pero no es así. Yehoshua claramente se identifica con el cuñado viudo, Jeremy Yirmeyahu. Como él es viudo y como él ha perdido un hijo en el ejército a causa del llamado “fuego amigo” de donde reconocemos el título de la novela que, en realidad, debiera llamarse así. ¡Qué horrible despilfarro de vidas y de futuro puede encerrar tan terrible concepto!. Muertes sin sentido.

Fuego de Janucà y fuego amigo. Dos fuegos pero muy diferentes.

Yirmeyahu se rebela contra todo lo que suene a judío o a israelí. Quema los periódicos que le trae Daniela y también las velas de la Janucá. No quiere saber nada de la sociedad a la que perteneció. Quiere huir, escapar. Yirmehayu le cuenta a Daniela que viajó a los territorios palestinos para comprender y en busca de consuelo. Su hijo murió mientras ayudaba a una familia palestina. Pero en los territorios palestinos no encuentra consuelo alguno, porque al margen de sus supuestas bondades, su hijo era un soldado que formaba parte de un Ejército de ocupación. La situación está tan podrida que la bondad individual de un soldado no va a ningún lado, termina como casi todo en un contexto de ocupación: mal.

Dolor por la muerte insensata del hijo y por la consiguiente muerte de su mujer, Eyalí, consumida por la pena.

Finalmente quisiera referirme a dos personajes femeninos secundarios (uno para cada ambiente) que el novelista mima especialmente. Una es Sijjin Kuang, sudanesa y enfermera de la misión antropológica que vio como en una de las múltiples guerras tribales se asesinaba a toda su familia por el simple hecho de tener las piel algo más blanca que la de los asesinos. La otra es Rólaleh, la técnica en ruidos de las máquinas. Una mujer pequeña de tamaño pero increíblemente perspicaz.

Me han gustado especialmente los diálogos de Yirmeyahu con Daniela sobre la Biblia porque da una nueva perspectiva a todo lo que sucede.

Un gran libro. Quedo a la espera de la publicación de "Caridad española", la última novela de Yehoshua ambientada en Santiago de Compostela.

















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