Lo último leído

lunes, 3 de febrero de 2014

Entrada 41

La pulsión de muerte



Jed Rubenfeld
Anagrama

Contraportada

Nueva York, 1920. La Guerra Mundial ha terminado, pero aún no han llegado los prósperos Años Locos. Y ahora a la euforia bélica le ha sucedido el desplome económico de la posguerra. Las fábricas cierran, las familias pierden sus casas, y los desahuciados y los despedidos ni siquiera pueden ahogar sus penas en la bebida, porque ya rige la Ley Seca.
Las calles de Manhattan hierven de resentimiento y confusas pasiones, y el 16 de septiembre, a las doce y un minuto, estalla una bomba en Wall Street ante las puertas del banco de J. P. Morgan, muy cerca del edificio del Tesoro de los Estados Unidos. Y, a unos cincuenta metros de la escena del crimen —hubo treinta y ocho muertos y cientos de heridos—, también están Stratham Younger, el joven médico y discípulo de Freud, y Jimmy Littlemore, el detective de la policía de Nueva York, que diez años antes y con una pequeña ayuda de Freud se enfrentaron en La interpretación del asesinato a una serie de sádicos crímenes. Stratham se ha citado allí con el detective porque la hermosa, reservada y quizá desesperada Colette, una discípula de Madame Curie que ha venido con él desde Francia, necesita hablar con el detective, tiene algo que contarle. Y lo que sabe —o esconde Colette— quizá sea la primera pista que permita descifrar el horror desencadenado ante ellos...



Mi comentario
Me gustó bastante la anterior novela de Jeb Rubenfeld “Interpretación de un asesinato” y ésta que comentamos ahora se le parece bastante. De entrada sin los mismos protagonistas: el jefe de policía de Nueva Cork Jimmy Littlemore y Stratham Younger, el joven médico y discípulo de Freud.
Han pasado diez años desde que ambos, con la ayuda del padre del psicoanálisis, resolvieran un asesinato en Manhattan. Estamos en 1920. La Gran Guerra ha terminado pero con un saldo de muerte nunca visto en la Historia de la humanidad y las sociedades de los países que participaron en ella aún sufren las consecuencias del conflicto. En Estados Unidos rige la Ley Seca y hay una dura crisis económica que empobrece a las clases medias y bajas. En este contexto de produce el atentado de Wall Street el 16 de septiembre en el que perecen treinta y ocho personas y hay cientos de heridos.

Nunca se resolvió el atentado pero Rubenfeld le echa imaginación y pone a trabajar a sus protagonistas llegando a una solución, a mi entender, bastante peregrina y rocmbolesca, pero que mantiene la atención del lector. Pero el interés de esta novela, como en el caso de la anterior, no está en la trama detectivesca, sino en la interpretación psicoanalítica de los sucesos que se plantean. En este caso, lo que llaman “la pulsión de la muerte” que sintoniza bastante con el momento histórico (las consecuencias de la Gran Guerra, el por qué del atentado, cómo millones de jóvenes saltaban de las trincheras sabiendo que iban a recibir una lluvia de balas de las ametralladoras situadas justo enfrente de ellos...).

Me ha parecido muy interesante la opinión que manifiesta el personaje de Freud sobre esta terrible pulsión. No sé si lo expresó así el personaje histórico, pero en esta novela Freud no acaba de hallar la razón por la que miles de ex combatientes sufren la denominada “neurosis de guerra”. En el texto están Strathan Younger, su novia Colette Rouseau y el propio Freud en casa de éste último.

"Todos los neuróticos de guerra se repiten. Sufren una especie de compulsión, una compulsión a repetir, una necesidad de recrear o volver a experimentar el trauma que ha ocasionado su trastorno. Y todos repiten lo mismo: la muerte, o el momento en que más se acercaron a ella. Por lo general, tenemos defensas, fortificaciones fisiológicas y psicológicas, para alejar de nosotros esta mortalidad, para expulsarla de nuestra conciencia. Si se abre un boquete en estas fortalezas, si en un momento de trauma inesperado la mortalidad perfora esas defensas, el terror de la muerte irrumpe y se inicia una especie de conflagración mental, un fuego muy difícil de extinguir, pero al que una persona desea volver una y otra vez. Un hombre traumatizado por las explosiones las revivirá durmiendo o en pleno día; el ruido de un portazo le recordará el estallido de una bomba; puede que hasta recree el episodio por medio de síntomas físicos.
—¿Por qué? —preguntó Younger—. ¿Para vencer el miedo?
—Durante largo tiempo intenté interpretarlo así —contestó Freud—. Vencer el miedo sería placentero. Al menos disminuiría el rechazo. Yo pensaba que cada fenómeno psicológico lo causaba en el fondo el impulso de aumentar el placer o reducir el rechazo. Pero estaba intentando encajar hechos en una teoría, cuando debería haber hecho lo contrario. Acababa de comprenderlo la última vez que ustedes estuvieron aquí. La guerra me enseñó algo que debería haber visto hace años: tenemos un impulso más allá del principio del placer. Otra pulsión tan fundamental como el hambre, tan irresistible como el amor.
—¿Qué pulsión? —preguntó Colette.
—Una pulsión de muerte. ¿Más té, señorita Rousseau?
—No, gracias.
—¿Quiere decir un deseo de matar? —preguntó Younger.
—Eso forma parte de él —dijo Freud—. Pero esencialmente es un ansia de muerte. De destrucción. No sólo la de otro; también la nuestra propia.
—¿Cree que la gente quiere morir? —preguntó Colette.
—Sí —respondió Freud—. Está incorporado en nuestras células, en nuestros mismos átomos. Hay dos fuerzas elementales en el universo. Una atrae la materia hacia la materia. Es el modo en que se origina la vida y el modo en que se propaga. En la física esta fuerza se llama gravedad; en la psicología, amor. La otra fuerza destruye la materia. Es la fuerza de la desunificación, la desintegración, la destrucción. Si no me equivoco, cada planeta, cada estrella del universo, no sólo se ve atraído hacia los demás por la fuerza de la gravedad, sino también apartado de ellos por una fuerza de repulsión que no podemos ver. Dentro de un organismo, esta fuerza es la que impulsa al animal a buscar la muerte, igual que una polilla busca la llama.
—Pero esa pulsión de muerte, ¿no puede usted curarla? —preguntó Colette.
—No se puede curar una pulsión, señorita Rousseau —dijo Freud—. No se puede eliminar. Sí es posible, sin embargo, hacerla consciente y reducir de este modo sus efectos patológicos. Cuando una pulsión crea en nosotros un impulso que no activamos, el impulso no desaparece. Puede persistir intacto. Puede intensificarse. Convertirse en otros objetos, para bien o para mal. O producir síntomas patológicos que pueden curarse."

También es muy interesante que Robenfeld incorpore en esta novela a Marie Curie y los efectos de la radiación (en este caso no del uranio, sino del radio) que en aquellas fechas se empezaban a conocer. Una enorme energía capaz de matar y de curar que surge de la ruptura de los elementos de la materia.

En definitiva, una novela que puede leerse como si de un acertijo detectivesco se tratara o cómo algo más profundo. En cualquier caso, un libro interesante.



Algún día nos lo contaremos todo


Daniela Krien

Salamandra




 Contraportada

En el verano de 1990, los jóvenes habitantes de la Alemania socialista ven cómo el país donde nacieron se desvanece ante sus ojos. Cerca de una frontera que ha dejado de serlo, en una granja rodeada de bosques y ondulantes praderas, Maria vive en casa de la familia de Johannes, su novio. Los padres de éste la acogen como a una hija, aunque pronto queda claro que no está hecha para la dura vida del campo. A punto de cumplir los diecisiete años, delicada y soñadora, Maria ya ha visto suficiente dolor en su propia familia y prefiere retirarse en los maizales o junto al arroyo que bordea los prados para abstraerse sumergiéndose en las páginas de Dostoievski o Knut Hamsun. Así, su vida transcurre apaciblemente hasta que conoce a Henner, un hombre de cuarenta años, solitario y enigmático, de trato arisco pero con un extraño poder de seducción. Una mirada, un simple roce, despiertan en ambos un deseo irrefrenable, una pasión casi atávica, cuya intensidad los arrastra a una situación insostenible en una pequeña comunidad rural marcada por décadas de intimidación y desconfianza.



Mi comentario
En otras ocasiones he dejado clara una duda que siempre me ha asaltado cuando me he tenido que enfrentar al problema de lo que se llamó (y se llama aún en Cuba) “el socialismo real”. A riesgo de repetirme diría que mi duda podría formularse de la siguiente forma: ¿Hubiera sido factible en la realidad y no sólo en la teoría, un comunismo democrático, un socialismo real en libertad?. Dicho de otra forma, ¿Si no hubiera interpretado Lenin la doctrina de Marx y Engels a su manera instaurando la dictadura del proletariado o si en lugar de Stalin hubiera emergido alguien como Gorbachov,  hubiera  sido factible un sistema más humano?.

Por eso, por despejar esta duda, visité Cuba y la RDA. En la primera, la conclusión que saqué era que el sistema, sin el apoyo de la antigua Unión Soviética, era insostenible por mucha fraseología que le echaran. Lentamente tendrían que ir deslizándose hacia un sistema de economía de mercado. Lo que pasa es que los cubanos son orgullosos y no quieren que nadie les empuje. Quieren evolucionar por ellos mismos. Eso prolongará sus carencias.

La experiencia con la RDA fue completamente diferente. Entré en Berlín Este por el famoso “punto Charlie” y sólo con ver a los “vopos” de la frontera y la forma en que me escrutaban mi bolsa o inspeccionaban el pasaporte hizo que se me erizaran los vellos. El cambio de un Berlín a otro era brutal. Decadencia era la palabra que mejor cuadraba con lo que veía. Tristeza en los ojos, ambientes grises, uniformidad. Y eso que sólo pude estar en dos ocasiones y sólo 24 horas cada vez.
La conclusión que saqué fue: “Eso no puede funcionar”. Pero a diferencia de Cuba, en la RDA no parecía factible ese “deslizamiento” hacia el capitalismo. Aquello era la esencia misma del monolitismo puro y duro. Por eso terminó como lo hizo. De la noche a la mañana, el 9 de noviembre de 1989 cayó el muro y un mes después desapareció el Estado de la RDA.

Dos filmes me han gustado porque creo que reflejan perfectamente lo que fue la Alemania del Este: “La vida de los otros” de Florian Henckel-Donnersmarck y, más recientemente “Barbara”de Christian Petzold. Se las recomiendo.

También recientemente hemos comentado en este Blog “Entiempo de luz menguante” de Eugen Ruge. Una maravillosa novela que plasma el drama de varias generaciones de alemanes que les tocó vivir en aquel estado. Ruge sitúa la acción en un entorno urbano. Daniela Krien, la autora de esta novela que hoy comentamos, la sitúa en un medio rural poco tiempo después de la caída del muro. Es muy interesante ver estos dos escenarios, la ciudad y el campo, porque se muestran muy diferentes al evaluar las consecuencias de la desaparición del muro y la reunificación de Alemania.

“Algún día nos lo contaremos todo” es una novela intimista en la que una adolescente se enamora (o ella cree que se enamora, confundiendo una fuerte pasión sexual con el amor) de un hombre que ya ha pasado los cuarenta. Pero, en todo caso, lo que fue (y ya no es) la RDA con su Stasi, sus políticas de adoctrinamiento de la juventud, su férreo control ideológico, etc. Están presentes en toda la novela de una forma soterrada a veces y en otras ocasiones, de forma mucho más patente.
A Henner, el protagonista masculino, la RDA le destrozó la vida y a María la confusa adolescente, no la preparó para el cambio de ambiente a la que se ve abocada.

Krien, que debía ser una adolescente cuando cayó el muro, se ha documentado bien y refleja maravillosamente el choque psicológico y emocional que representó para millones de personas en el mundo rural de la RDA, la caída del Estado y las consecuencias de todo tipo a las que de pronto se enfrentan.

El título está muy bien elegido porque la novela está trufada de mentiras. Mentiras del Estado, mentiras de los amantes que deben esconder una pasión impropia y mentiras de los que quieren creer que todo va a seguir igual.

Me ha gustado mucho.


El juego de Ripper

Isabel Allende
Planeta

Contraportada
La novela recuerda a los mejores maestros del suspense. Se trata de un rompecabezas perfectamente ideado cuyas piezas van encajando conforme se avanza en la lectura hasta su insospechado final. Con esta novela Isabel Allende da un giro a su narrativa y con su inconfundible estilo se atreve con una trama de investigación que demuestra su inagotable capacidad de reinvención.


El libro es puro Isabel Allende y nos deleita con personajes inolvidables que emocionarán a los lectores desde la primera página.Tal como predijo la astróloga más reputada de San Francisco, una oleada de crímenes comienza a sacudir la ciudad. En la investigación sobre los asesinatos, el inspector Bob Martín recibirá la ayuda inesperada de un grupo de internautas especializados en juegos de rol, Ripper. "Mi madre todavía está viva, pero la matará el Viernes Santo a medianoche", le advirtió Amanda Martín al inspector jefe y éste no lo puso en duda, porque la chica había dado pruebas de saber más que él y todos sus colegas del Departamento de Homicidios. La mujer estaba cautiva en algún punto de los dieciocho mil kilómetros cuadrados de la bahía de San Francisco, tenían pocas horas para encontrarla con vida y él no sabía por dónde empezar a buscarla.Como en sus anteriores novelas, a través de esta historia se abordan temas universales como la ecología, defensa social, racismo, marginación, la generación hippy, el mundo gay, las medicinas naturales, la relación mente-cuerpo




Mi comentario

Primero veamos un video en el que la propia Isabel Allende explica su “experimento”




ipper" fue esom un juego para ella. No es banal que su pareja William C. Gordon sea uno de los escritores de novela negra más conocidos y que eso representara una especie de reto para ella. Escribir una novela negra en clave de humor y juego apartándose totalmente del estilo de la persona con la que convive desde hace muchos años. Incluso se permite hacer aparecer en la novela Samuel Hamilton Jr como un detective privado cuando el padre de este personaje es el protagonista de las novelas de Gordon.
Lo de los asesinatos, el juego de rol, etc. es un mero pretexto para poder hacer lo que Allende hace de maravilla: describir personajes interesantes y humanos explicando sus vidas como si de pequeños cuentos se tratara. Esa es la parte, para mí más interesante. La parte de novela negra es un juego más.
Pero muy interesante.
 
 





No hay comentarios:

Publicar un comentario