La pulsión de muerte
Jed Rubenfeld
Anagrama
Contraportada
Nueva York, 1920. La Guerra
Mundial ha terminado, pero aún no han llegado los prósperos Años Locos. Y ahora
a la euforia bélica le ha sucedido el desplome económico de la posguerra. Las
fábricas cierran, las familias pierden sus casas, y los desahuciados y los
despedidos ni siquiera pueden ahogar sus penas en la bebida, porque ya rige la
Ley Seca.
Las calles de Manhattan
hierven de resentimiento y confusas pasiones, y el 16 de septiembre, a las doce
y un minuto, estalla una bomba en Wall Street ante las puertas del banco de J.
P. Morgan, muy cerca del edificio del Tesoro de los Estados Unidos. Y, a unos
cincuenta metros de la escena del crimen —hubo treinta y ocho muertos y cientos
de heridos—, también están Stratham Younger, el joven médico y discípulo de Freud,
y Jimmy Littlemore, el detective de la policía de Nueva York, que diez años
antes y con una pequeña ayuda de Freud se enfrentaron en La interpretación del
asesinato a una serie de sádicos crímenes. Stratham se ha citado allí con el
detective porque la hermosa, reservada y quizá desesperada Colette, una
discípula de Madame Curie que ha venido con él desde Francia, necesita hablar
con el detective, tiene algo que contarle. Y lo que sabe —o esconde Colette—
quizá sea la primera pista que permita descifrar el horror desencadenado ante
ellos...
Mi comentario
Me gustó bastante la anterior
novela de Jeb Rubenfeld “Interpretación de un asesinato” y ésta que comentamos
ahora se le parece bastante. De entrada sin los mismos protagonistas: el jefe
de policía de Nueva Cork Jimmy Littlemore y Stratham Younger, el joven médico y
discípulo de Freud.
Han pasado diez años desde
que ambos, con la ayuda del padre del psicoanálisis, resolvieran un asesinato
en Manhattan. Estamos en 1920. La Gran Guerra ha terminado pero con un saldo de
muerte nunca visto en la Historia de la humanidad y las sociedades de los
países que participaron en ella aún sufren las consecuencias del conflicto. En
Estados Unidos rige la Ley Seca y hay una dura crisis económica que empobrece a
las clases medias y bajas. En este contexto de produce el atentado de Wall
Street el 16 de septiembre en el que perecen treinta y ocho personas y hay
cientos de heridos.
Nunca se resolvió el atentado
pero Rubenfeld le echa imaginación y pone a trabajar a sus protagonistas
llegando a una solución, a mi entender, bastante peregrina y rocmbolesca, pero
que mantiene la atención del lector. Pero el interés de esta novela, como en el
caso de la anterior, no está en la trama detectivesca, sino en la
interpretación psicoanalítica de los sucesos que se plantean. En este caso, lo
que llaman “la pulsión de la muerte” que sintoniza bastante con el momento
histórico (las consecuencias de la Gran Guerra, el por qué del atentado, cómo
millones de jóvenes saltaban de las trincheras sabiendo que iban a recibir una
lluvia de balas de las ametralladoras situadas justo enfrente de ellos...).
Me ha parecido muy
interesante la opinión que manifiesta el personaje de Freud sobre esta terrible
pulsión. No sé si lo expresó así el personaje histórico, pero en esta novela
Freud no acaba de hallar la razón por la que miles de ex combatientes sufren la
denominada “neurosis de guerra”. En el texto están Strathan Younger, su novia
Colette Rouseau y el propio Freud en casa de éste último.
"Todos los neuróticos de
guerra se repiten. Sufren una especie de compulsión, una compulsión a repetir,
una necesidad de recrear o volver a experimentar el trauma que ha ocasionado su
trastorno. Y todos repiten lo mismo: la muerte, o el momento en que más se
acercaron a ella. Por lo general, tenemos defensas, fortificaciones
fisiológicas y psicológicas, para alejar de nosotros esta mortalidad, para
expulsarla de nuestra conciencia. Si se abre un boquete en estas fortalezas, si
en un momento de trauma inesperado la mortalidad perfora esas defensas, el terror
de la muerte irrumpe y se inicia una especie de conflagración mental, un fuego
muy difícil de extinguir, pero al que una persona desea volver una y otra vez.
Un hombre traumatizado por las explosiones las revivirá durmiendo o en pleno
día; el ruido de un portazo le recordará el estallido de una bomba; puede que
hasta recree el episodio por medio de síntomas físicos.
—¿Por qué? —preguntó
Younger—. ¿Para vencer el miedo?
—Durante largo tiempo intenté
interpretarlo así —contestó Freud—. Vencer el miedo sería placentero. Al menos
disminuiría el rechazo. Yo pensaba que cada fenómeno psicológico lo causaba en
el fondo el impulso de aumentar el placer o reducir el rechazo. Pero estaba
intentando encajar hechos en una teoría, cuando debería haber hecho lo contrario.
Acababa de comprenderlo la última vez que ustedes estuvieron aquí. La guerra me
enseñó algo que debería haber visto hace años: tenemos un impulso más allá del
principio del placer. Otra pulsión tan fundamental como el hambre, tan
irresistible como el amor.
—¿Qué pulsión? —preguntó
Colette.
—Una pulsión de muerte. ¿Más
té, señorita Rousseau?
—No, gracias.
—¿Quiere decir un deseo de
matar? —preguntó Younger.
—Eso forma parte de él —dijo
Freud—. Pero esencialmente es un ansia de muerte. De destrucción. No sólo la de
otro; también la nuestra propia.
—¿Cree que la gente quiere
morir? —preguntó Colette.
—Sí —respondió Freud—. Está
incorporado en nuestras células, en nuestros mismos átomos. Hay dos fuerzas
elementales en el universo. Una atrae la materia hacia la materia. Es el modo
en que se origina la vida y el modo en que se propaga. En la física esta fuerza
se llama gravedad; en la psicología, amor. La otra fuerza destruye la materia.
Es la fuerza de la desunificación, la desintegración, la destrucción. Si no me
equivoco, cada planeta, cada estrella del universo, no sólo se ve atraído hacia
los demás por la fuerza de la gravedad, sino también apartado de ellos por una
fuerza de repulsión que no podemos ver. Dentro de un organismo, esta fuerza es
la que impulsa al animal a buscar la muerte, igual que una polilla busca la
llama.
—Pero esa pulsión de muerte,
¿no puede usted curarla? —preguntó Colette.
—No se puede curar una
pulsión, señorita Rousseau —dijo Freud—. No se puede eliminar. Sí es posible,
sin embargo, hacerla consciente y reducir de este modo sus efectos patológicos.
Cuando una pulsión crea en nosotros un impulso que no activamos, el impulso no
desaparece. Puede persistir intacto. Puede intensificarse. Convertirse en otros
objetos, para bien o para mal. O producir síntomas patológicos que pueden
curarse."
También es muy interesante
que Robenfeld incorpore en esta novela a Marie Curie y los efectos de la
radiación (en este caso no del uranio, sino del radio) que en aquellas fechas
se empezaban a conocer. Una enorme energía capaz de matar y de curar que surge
de la ruptura de los elementos de la materia.
En definitiva, una novela que
puede leerse como si de un acertijo detectivesco se tratara o cómo algo más
profundo. En cualquier caso, un libro interesante.
Algún día nos lo contaremos
todo
Daniela Krien
Salamandra
Contraportada
En el verano de 1990, los
jóvenes habitantes de la Alemania socialista ven cómo el país donde nacieron se
desvanece ante sus ojos. Cerca de una frontera que ha dejado de serlo, en una
granja rodeada de bosques y ondulantes praderas, Maria vive en casa de la
familia de Johannes, su novio. Los padres de éste la acogen como a una hija,
aunque pronto queda claro que no está hecha para la dura vida del campo. A
punto de cumplir los diecisiete años, delicada y soñadora, Maria ya ha visto
suficiente dolor en su propia familia y prefiere retirarse en los maizales o
junto al arroyo que bordea los prados para abstraerse sumergiéndose en las
páginas de Dostoievski o Knut Hamsun. Así, su vida transcurre apaciblemente
hasta que conoce a Henner, un hombre de cuarenta años, solitario y enigmático,
de trato arisco pero con un extraño poder de seducción. Una mirada, un simple
roce, despiertan en ambos un deseo irrefrenable, una pasión casi atávica, cuya
intensidad los arrastra a una situación insostenible en una pequeña comunidad
rural marcada por décadas de intimidación y desconfianza.
ipper" fue esom un juego para ella. No es banal que su pareja William C. Gordon sea uno de los escritores de novela negra más conocidos y que eso representara una especie de reto para ella. Escribir una novela negra en clave de humor y juego apartándose totalmente del estilo de la persona con la que convive desde hace muchos años. Incluso se permite hacer aparecer en la novela Samuel Hamilton Jr como un detective privado cuando el padre de este personaje es el protagonista de las novelas de Gordon.
Mi comentario
En otras ocasiones he dejado
clara una duda que siempre me ha asaltado cuando me he tenido que enfrentar al
problema de lo que se llamó (y se llama aún en Cuba) “el
socialismo real”. A riesgo de repetirme diría que mi duda podría formularse de
la siguiente forma: ¿Hubiera sido factible en la realidad y no sólo en la teoría,
un comunismo democrático, un socialismo real en libertad?. Dicho de otra forma,
¿Si no hubiera interpretado Lenin la doctrina de Marx y Engels a su manera
instaurando la dictadura del proletariado o si en lugar de Stalin hubiera
emergido alguien como Gorbachov, hubiera sido factible un sistema más humano?.
Por eso, por despejar esta
duda, visité Cuba y la RDA. En la primera, la conclusión que saqué era que el
sistema, sin el apoyo de la antigua Unión Soviética, era insostenible por mucha
fraseología que le echaran. Lentamente tendrían que ir deslizándose hacia un
sistema de economía de mercado. Lo que pasa es que los cubanos son orgullosos y
no quieren que nadie les empuje. Quieren evolucionar por ellos mismos. Eso
prolongará sus carencias.
La experiencia con la RDA fue
completamente diferente. Entré en Berlín Este por el famoso “punto Charlie” y sólo
con ver a los “vopos” de la frontera y la forma en que me escrutaban mi bolsa o
inspeccionaban el pasaporte hizo que se me erizaran los vellos. El cambio de un
Berlín a otro era brutal. Decadencia era la palabra que mejor cuadraba con lo
que veía. Tristeza en los ojos, ambientes grises, uniformidad. Y eso que sólo
pude estar en dos ocasiones y sólo 24 horas cada vez.
La conclusión que saqué fue: “Eso
no puede funcionar”. Pero a diferencia de Cuba, en la RDA no parecía factible
ese “deslizamiento” hacia el capitalismo. Aquello era la esencia misma del
monolitismo puro y duro. Por eso terminó como lo hizo. De la noche a la mañana,
el 9 de noviembre de 1989 cayó el muro y un mes después desapareció el Estado
de la RDA.
Dos filmes me han gustado
porque creo que reflejan perfectamente lo que fue la Alemania del Este: “La
vida de los otros” de Florian Henckel-Donnersmarck y, más recientemente “Barbara”de Christian Petzold. Se las recomiendo.
También recientemente hemos comentado en este Blog “Entiempo de luz menguante” de Eugen Ruge. Una maravillosa novela que plasma el
drama de varias generaciones de alemanes que les tocó vivir en aquel estado.
Ruge sitúa la acción en un entorno urbano. Daniela Krien, la autora de esta
novela que hoy comentamos, la sitúa en un medio rural poco tiempo después de la
caída del muro. Es muy interesante ver estos dos escenarios, la ciudad y el
campo, porque se muestran muy diferentes al evaluar las consecuencias de la
desaparición del muro y la reunificación de Alemania.
“Algún día nos lo contaremos todo” es una novela intimista
en la que una adolescente se enamora (o ella cree que se enamora, confundiendo
una fuerte pasión sexual con el amor) de un hombre que ya ha pasado los
cuarenta. Pero, en todo caso, lo que fue (y ya no es) la RDA con su Stasi, sus
políticas de adoctrinamiento de la juventud, su férreo control ideológico, etc.
Están presentes en toda la novela de una forma soterrada a veces y en otras
ocasiones, de forma mucho más patente.
A Henner, el protagonista masculino, la RDA le destrozó la
vida y a María la confusa adolescente, no la preparó para el cambio de ambiente
a la que se ve abocada.
Krien, que debía ser una adolescente cuando cayó el muro, se
ha documentado bien y refleja maravillosamente el choque psicológico y
emocional que representó para millones de personas en el mundo rural de la RDA,
la caída del Estado y las consecuencias de todo tipo a las que de pronto se
enfrentan.
El título está muy bien elegido porque la novela está
trufada de mentiras. Mentiras del Estado, mentiras de los amantes que deben
esconder una pasión impropia y mentiras de los que quieren creer que todo va a
seguir igual.
Me ha gustado mucho.
El juego de Ripper
Isabel Allende
Planeta
Contraportada
La novela recuerda a los mejores maestros del suspense. Se
trata de un rompecabezas perfectamente ideado cuyas piezas van encajando
conforme se avanza en la lectura hasta su insospechado final. Con esta novela
Isabel Allende da un giro a su narrativa y con su inconfundible estilo se
atreve con una trama de investigación que demuestra su inagotable capacidad de
reinvención.
Mi comentario
Primero veamos un video en el que la propia Isabel Allende
explica su “experimento”
ipper" fue esom un juego para ella. No es banal que su pareja William C. Gordon sea uno de los escritores de novela negra más conocidos y que eso representara una especie de reto para ella. Escribir una novela negra en clave de humor y juego apartándose totalmente del estilo de la persona con la que convive desde hace muchos años. Incluso se permite hacer aparecer en la novela Samuel Hamilton Jr como un detective privado cuando el padre de este personaje es el protagonista de las novelas de Gordon.
Lo de los asesinatos, el juego de rol, etc. es un mero pretexto para poder hacer lo que Allende hace de maravilla: describir personajes interesantes y humanos explicando sus vidas como si de pequeños cuentos se tratara. Esa es la parte, para mí más interesante. La parte de novela negra es un juego más.
Pero muy interesante.
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