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martes, 24 de septiembre de 2013

Entrada 32

Amelie Northrop             Niccolò Ammaniti            Richard Ford              Rosa Ribas                       









Como Dios Manda

Niccolo Ammaniti
Mondadori

Contraportada
Crisitiano Zena vive con su padre, Rino, en una chabola de Varriano, un suburbio italiano.
Padre e hijo mantienen una estrecha relación: Rino está empeñado en instruir a su hijo en la dura escuela de la vida. Rino ha perdido su trabajo y planea, junto a dos compinches, atracar un cajero automático estrellando un tractor a toda velocidad. Sus colegas son Danilo (separado de su mujer desde que la hija de ambos se asfixió con un tapón de champú mientras volvían del supermercado) y Cuatro Quesos (destrozado desde que sufrió una descarga de alta tensión que, en lugar de convertirlo en superhéroe, le ha trastornado la cabeza y limitado lo movimientos).
La vida en Varriano transcurre entre copas de grappa, viendo películas porno y esperando que un día aparezca Robert de Niro o Al Pacino para que Rino les pueda explicar “la vida de mierda que lleva la gente normal”.
Solo la violación y el asesinato de una muchacha, la noche del golpe, sacará a los habitantes del suburbio de la modorra y la sordidez.

Mi comentario
¿Hay novelas para mujeres?, ¿para seres sensibles?, ¿para machotes?. Me temo que sí. Le he estado buscando un género adecuado a esta novela de Niccolo Ammaniti pero no lo he encontrado. Sólo puedo definirlo por “lo que no es” lo cual es bastante pobre, la verdad.
“Como Dios manda” no es una novela para seres sensibles. Sus personajes están todos (más o menos) tocados del ala y eso cuando no están borrachos de grappa o de cualquier cosa que contenga alcohol etílico en elevada proporción. No me puedo imaginar lo que debe ser despertar de una borrachera de grappa. Pues esa es una experiencia a la que se enfrentan cada día Rino, Danilo y Cuatro Quesos. Cristiano, el hijo de Rino, malvive en una situación lamentable con los problemas de cualquier adolescente: la ambivalencia de amor-odio respecto al padre, la búsqueda de la identidad en el instituto, el despertar del sexo y la atracción, el temor al ridículo y la búsqueda desesperada de un punto de apoyo estable y definitivo.
Los tres borrachines tienen una extraña relación con Dios. Nada que ver con la religión o el cristianismo porque ninguno tiene la más mínima conciencia del pecado o del arrepentimiento. Mas bien su relación con Dios es también la búsqueda de un punto de apoyo: algo o alguien, visible o invisible, que les diga lo que hay que hacer porque ellos, en su confusión, no lo saben.

Un libro duro redactado de forma bronca y en el que lo que acontece (por otra parte bastante increíble y tragicómico) es lo de menos. Lo que queda tras su lectura son los personajes. No sus inevitables tragedias, consecuencia de actos de mentes descerebradas. 


Cosmética del enemigo

Amélie Northomb
Anagrama

Contraportada
El empresario Jérôme Angust recibe por megafonía el anuncio de que su vuelo sufre un retraso sin determinar. Para matar el tiempo se sumerge en la lectura del libro que lleva en su bolsa de mano, pero un inesperado interlocutor, Textor Texel, le dará conversación a pesar de su manifiesta resistencia. Como se trata de una novela de Nothomb, no sorprende que el inoportuno Texel tenga algo que contar que es mucho más terrorífico, intrigante y sugestivo que cualquier libro: a lo largo de su relato, la violación y el asesinato se irán perfilando con nitidez cada vez mayor, y Textor se irá transformando en una abominable encarnación de todos los fantasmas de Angust, quien verá convertida su anodina espera de un vuelo retrasado en una aventura ominosa y alucinante, una pesadilla en la tibia vigilia de una terminal de aeropuerto.

Mi comentario


No puede negarse que Amelia Nothomb es una autora poco convencional que consigue conmoverte con una fuerza inusitada cuando se lo propone. Lo logra creando climas que van acelerándose en ritmo creciente antes de la explosión final.
No quiero añadir nada más al texto propuesto en la contraportada por parte de la editora porque se rompería el misterio de este cuento (se trata un libro de pocas páginas) que vale la pena descubrir por sí mismo. Sólo una pista, ¿recuerdan el “Club de la lucha” de David Fincher?. Pues esta es la clave.


El periodista deportivo

Richard Ford
Anagrama

Contraportada
El periodista deportivo es la novela que consagró internacionalmente a Richard Ford, de quien Raymond Carver escribió que era "el mejor escritor en activo en nuestro país" y el crítico francés Bernard Géniès afirmó, en una encuesta en Le Nouvel Observateur, que "se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano". Frank Bascombe tiene treinta y ocho años y un magnífico porvenir como escritor a sus espaldas. Hace tiempo disfrutó de un breve instante de gloria, tras la publicación de un libro de cuentos, pero luego abandonó la literatura, o fue abandonado por ella. Ahora escribe sobre deportes y entrevista a atletas, a quienes admira porque "no tienen tiempo para las dudas o la introspección". Y escribir sobre victorias y derrotas, sobre triunfadores del futuro o del ayer le ha permitido aprender una escueta lección: "En la vida no hay temas trascendentales. Las cosas suceden y luego se acaban, y eso es todo." Lección que podría aplicarse a su fugaz fama como escritor, a su breve matrimonio o a la corta vida de su hijo mayor, Ralph, que murió a los nueve años.



Mi comentario

Esta es la primera de las tres novelas que hicieron famoso a Richard Ford. Las otras dos, "El día de la Independencia" y "Acción de Gracias", han recibido muchos premios y entre ellos el Pulitzer y el PEN/Faulkner.
Las iremos reseñando en estas páginas.
La trilogía está protagonizada por un singular personaje, Frank Bascombe, que cuenta en primera persona lo que le sucede y lo que piensa.

Es muy fácil pensar, cuando has leído esta novela, que Frank Bascombe es una persona normal y corriente, que no profundiza demasiado en nada, que se muestra comunicativo a un nivel epidérmico, que contesta siempre lo que el interlocutor quiere escuchar y que trata simplemente de "vivir y dejar vivir". Pero no es así. Frank Bascombe es eso y muchas cosas más.
El otro día estuve leyendo un interesante Blog (ver aquí) en donde se recogían opiniones de una serie de expertos y escritores sobre cómo diferenciar la literatura de calidad de la que no lo es. Se daban muchas fórmulas pero una era común: en la literatura de calidad los personajes no son esquemáticos y repetitivos, sino complejos, como es en la realidad de la vida.
Frank Bascombe actúa como podríamos actuar cualquiera de nosotros y trata de navegar por la vida sin entrar en conflicto alguno. Pero de tanto en tanto le dan "pasmos" (él los llama “ensueños”) y entonces se conduce de forma impulsiva e irracional.
La novela en realidad no trata demasiado del periodismo deportivo. Hay algunos apuntes cínicos al respecto, pero básicamente trata sobre el presente de Frank Bascombe (lo que sucede en los tres días antes y después de la Pascua (de 1986?) y su pasado que gira también alrededor de la muerte de su hijo Ralph.
La narración discurre en los acontecimientos de estos tres días y continuos “flash back” del pasado. Es una vida banal que va desmadrándose hacia lo surrealista. Pero de pronto frena. No cae en la locura o en la irrealidad. Esa es la virtud de este personaje: va equilibrando continuamente la acción entre lo absurdo y lo cotidiano.
Un ejemplo es el “ensueño” que le dio poco después de la muerte de su hijo y que condujo a su divorcio.

“Pero hacia el final de nuestro matrimonio me sumí en una especie de ensueño. A veces, me despertaba por la mañana, abría los ojos, veía a X acostada a mi lado respirando y ¡no la reconocía! Ni siquiera sabía en qué ciudad estaba, cuántos años tenía o en qué vida me hallaba, tan profunda era mi ensoñación. Me quedaba allí echado e intentaba recobrar la conciencia del presente, sentía aquella sensación tan plácida de volar sin rumbo, y llegué a disfrutar de aquello mientras duraba, imaginando veinte posibilidades distintas sobre quién era, dónde estaba, qué era. Hasta que de pronto me recobraba y me invadía una sensación de… ¿qué? Pérdida, creo que dirían ustedes, aunque no sé cuál sería la pérdida. Mi hijo se había muerto, pero no quiero creer que ésa fuera la causa, o que algo sea la única causa de algo. Sé que uno puede soñar su propio camino a través de una vida mejor y no despertar nunca, y yo estuve a punto de hacerlo. Creo que he sobrevivido y que casi he conseguido dejar atrás la fantasía, aunque X y yo sentimos sin duda la misma tristeza de que lo nuestro se acabase, una tristeza que no es triste. “

Como en las buenas historias no hay buenos ni malos, sino seres ambiguos que luchan para conseguir sus deseos y, al mismo tiempo, sobrevivir.

Me he sorprendido pensando, al leer este libro, “yo también habría actuado así, aunque sé que es una locura”.
No me extraña que Richard Ford esté considerado uno de los grandes de la literatura americana.

Don de lenguas

Rosa Ribas; Sabine Hofmann
Siruela

Contraportada
La trama de Don de lenguas se desarrolla en la Barcelona de 1952. Quedan pocas semanas para el Congreso Eucarístico, y la consigna oficial es dar una imagen impoluta de la ciudad, pues está en juego la legitimidad internacional del Régimen. Ana Martí, novata cronista de sociedad de La Vanguardia, encontrará en el encargo de cubrir el asesinato de Mariona Sobrerroca, una conocida viuda de la burguesía, su oportunidad para escribir sobre temas serios. El caso ha sido encomendado al inspector Isidro Castro de la Brigada de Investigación Criminal, un hosco policía de doloroso pasado, que tendrá que aceptar de mala gana que Ana cubra la investigación. Pero la joven periodista descubrirá nuevas pistas que se apartan de la versión oficial de los hechos y recurre a la ayuda de su prima Beatriz Noguer, una eminente filóloga. Lo que en principio parecía una inofensiva consulta lingüística sobre unas misteriosas cartas encontradas entre los papeles de la difunta se convertirá en el inicio de una serie de revelaciones en las que están implicadas personas muy influyentes de la sociedad barcelonesa… En medio de un ambiente hostil poblado de funcionarios y políticos corruptos, porteras entrometidas, policías violentos, prostitutas y ladrones de buen corazón, la inteligencia y el arrojo de Ana y los conocimientos lingüísticos y literarios de Beatriz serán sus únicas armas para resolver el caso.


Mi comentario
Rosa Ribas y Sabine Hoffmann
Empecé a leerlo con una cierta prevención fruto de mi ignorancia sobre las autoras. Pero al poco tiempo cambié de opinión y más al saber que Lorenzo Silva la había calificado de "Novela Negra filológica". Es verdad. Es una novela negra en donde el lenguaje y el idioma son fundamentales. Por lo que se dice y por lo que se calla.
Y es que en la Barcelona de 1952 se callaba más de lo que se hablaba. Y lo que se hablaba casi nunca tenía que ver con lo que se pensaba, sino en lo que era "correcto políticamente". La verdad siempre quedaba oculta entre líneas cuando podía escapar al filtro censor. Censor mental y físico.
Me ha encantado especialmente cómo describen la Barcelona del Congreso Eucarístico. Al llegar a cierta edad nos gusta leer descripciones de lugares que coinciden plenamente con nuestros recuerdos porque parece que el escritor esté hablando de nosotros. Este realismo tiene que haber sido aconsejado por alguien que conoció bien la Ciudad Condal en aquella época porque ambas autoras nacieron diez años después de los sucesos que se cuentan en la novela.
En muchos aspectos "Don de Lenguas" (el título es lo único desacertado de la novela porque significa el don milagroso del que gozan los que, desconociendo un idioma, lo hablan) me ha recordado la estupenda serie de novelas "Berlín Negro" de Phillip Kerr en las que el protagonista tiene que descubrir asesinos en la sociedad del Berlín nazi. Aquí hacen lo mismo en la Barcelona inmersa en el más duro franquismo en el que el miedo es el sentimiento predominante de la mayoría de la gente.
En 1952 no tenía miedo. Por lo menos no tenía miedo ni de la policía ni del ambiente que refleja la novela. Sólo tenía 11 años y lo que me daba pavor era el latín de primer curso de bachillerato en el Colegio de los Maristas del Paseo de San Juan. Pero sí recuerdo perfectamente la monumental concentración de gente en el Paseo de Colón con motivo del Congreso Eucarístico. Nunca había visto una multitud semejante. Lo veía embobado desde el balcón de casa de mis tíos y recuerdo que pensé que parecían hormigas en lugar de personas.
Ha sido acertado que las dos autoras hayan elegido este momento histórico para enmarcar su novela porque no cabe ninguna duda que aquel acontecimiento presionaba a todos los jerifaltes del sistema para que nada pudiera desfigurar la imagen idílica de una Barcelona en orden, paz y trabajo que se pretendía dar internacionalmente.
Finalmente me ha gustado cómo han resuelto el final (cosa que no siempre sucede en las novelas negras) y, sobre todo, la herramienta que han usado: la palabra.
Muy recomendable.



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