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martes, 12 de junio de 2018

Selfies. Jussi Adler-Olsen

Selfies. 

Jussi Adler-Olsen

Cuando en un parque de Copenhague aparece el cuerpo sin vida de una mujer mayor, el comisario Carl Mørck recibe el encargo de esclarecer ese asesinato brutal, cuyas circunstancias parecen estar relacionadas con otra muerte sucedida años atrás. 
Al  mismo  tiempo,  un  asesino  en  serie  se  dedica  a  atropellar a mujeres jóvenes. Por si fuera poco, las instancias superiores del Departamento Q están todo menos contentas con el bajo porcentaje de resolución de casos y se plantean suprimir gran parte de la financiación del departamento. 
Además, Rose, ayudante de Carl Mørck y pieza fundamental de su equipo, pasa por un mal momento. 
Vive atormentada por recuerdos de acontecimientos espeluznantes de su pasado que la obligan a ingresar en un hospital psiquiátrico. 
¿Qué tienen que ver con todo esto una trabajadora social resentida, Anne-Line Svendsen, y tres jóvenes muy atractivas y obsesionadas con su apariencia, Michelle, Jasmin y Denise, que se conocen en la sala de espera del despacho de Svendsen y para inmortalizar el momento se hacen un selfie.

Estamos ante una novela negra de una serie. Eso hay que decirlo de entrada porque, aunque la editorial pueda asegurarnos que todas las siete novelas pueden leerse independientemente, eso no es del todo exacto. Conviene saber, antes de empezar la lectura, que estamos ante unos personajes que pertenecen al Departamento Q de la policía de Dinamarca y que este Departamento se creó para que los jefes se quitaran de encima al subcomisario Carl Mørck, el protagonista. La forma de silenciarlo es enviarlo al sótano de la Comisaria a resolver casos no resueltos; algunos de un pasado lejano cuando aún no existía el ADN. 
También es oportuno conocer que Jussi Adler-Olsen ha tenido tanto éxito con esta serie porque ha sabido elegir unos compañeros de viaje de Carl Mørck que son un poco "frikis" pero que, para los lectores, resultan entrañables: Assad, un sirio que realmente no pertenece a la policía y que no termina de dominar el idioma danés; Rose, una policía enormemente eficaz pero con problemas psicológicos serios por culpa de un padre maltratador y Gondon que, en contra lo que podría parecer por el nombre, es un policía delgado y serio que, hasta llegar al Departamento Q, no había demostrado su enorme valía.

Centrado mínimamente el elenco de la serie, vayamos a esta novela en concreto. Aquí Jussi Adler-Olsen nos regala tres tramas diferentes en un sólo texto.

Una viene de antiguo, es decir que pertenece a una trama transversal de toda la serie y es el misterio de cómo y quién mató al padre de Rose.

Otra es una trama singular que quizás sorprenda a todos aquellos que tienen idealizada la sociedad superprotectora socialdemócrata danesa. Especialmente a aquellos que aspiran a construir "en novo" un Estado "como el de los países nórdicos". Si leen esta novela verán que no es oro todo lo que reluce y que hay muchos ciudadanos que usan y abusan de un sistema social muy costoso. El personaje de Anne-Line Svendsen es fantástico. Se trata de una funcionaria soltera y harta de ver a niñatas que alegremente se aprovechan del sistema social para no dar palo al agua. Cuando se le diagnostica un cáncer de pecho, se desborda el vaso de su infelicidad y decide simplemente... matarlas una a una.

La tercera trama es la que inicia la novela: el asesinato de Rigmor Zimmermann en el Parque Kongens Have de Copenhague que tiene una conexión con un antiguo caso del Departamento Q.

Parece un poco lioso, pero no lo es.  Jussi Adler-Olsen escribe sin complicarle demasiado la vida al lector. Algún crítico ha dicho que su estilo es el de las novelas para adolescentes. Yo no diría tanto, pero no es literatura para minorías.

Si sois seguidores de la serie, no os podéis perder esta séptima entrega. Por cierto, el título
está un poco cogido por los pelos porque selfies, selfies tampoco hay muchos ni son trascendentes para la trama.

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