La Dama de Cachemira
Francisco González LedesmaPerseguir a Méndez por el Barrio Chino de Barcelona en donde el mundo se ve, se sueña y se prostituye desde una esquina es una tarea imprescindible.
El policía más célebre de los bajos fondos de la novela negra y criminal española persigue por esas calles una silla de ruedas desde la que se ha cometido un crimen. Una aventura de mujeres que sueñan con viajar y que el único viaje que se pueden permitir es soñar. Pero también una aventura sentimental en la que Méndez, catador de las delicias que se apostan en los portales del barrio, acabará por admitir que otra cosa, muy distinta, es el amor, ciencia y cortejo para el que no está preparado. Nunca se dejará sorprender, porque siempre le cogerá huyendo.
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Leído en papel porque amablemente me lo dejó un compañero y, sin embargo, amigo de la Universidad para Mayores de la Complutense. Se lo agradezco de veras.
En el año 2015 nos dejó este magnífico periodista y escritor que fue González Ledesma. Lo conocí cuando él trabajaba en "EL Correo Catalán" en la calle Diputación de Barcelona. Nuestro periódico, "Mundo Diario" se imprimía en las rotativas del Correo y nuestras redacciones estaban en pisos cercanos. ¡Qué tiempos!.
El primer premio de su carrera lo obtuvo nada menos que en 1948 con "Sombras de ayer". En el jurado de este premio internacional estaban Somerset Maughman y Walter Starkie. Obviamente la censura franquista lo prohibió en nuestro país. Hasta 1977, con la democracia, no volvió a publicar.
La primera novela del inspector Ricardo Méndez fue "Expediente Barcelona" en 1983 y, hasta este de "La dama de Cachemira", se publicaron tres y nueve después, hasta 2013.
El personaje de Ricardo Méndez no tiene parangón en todo el género de novela negra. Un ser humano que ama su individualidad, los barrios más canallas de Barcelona y sus desgraciadas criaturas. Un inspector de policía ya al final de su profesión, nada valorado por sus jefes (a los que no quiere dorar la píldora) y atraído y, al mismo tiempo, temeroso de mujeres maduras acogedoras.
Si el lector de estas líneas conoce la Barcelona de principos de los setenta (poco que ver, creo, con la actual) reconocerá inmediatamente todos los escenarios en donde se mueve Méndez, sus chivatos, sus putas y sus asesinos. Están descritos sin grandes alardes poéticos y literarios, como escribe un buen periodista.
Y otro detalle importanete de este libro: el humor ácido, algo negro y fantástico que destilan los pensamientos de Méndez y sus personajes. He reído a carcajadas en varias páginas de esta novela.
Deben reconocer que la idea de un asesino en silla de ruedas es original. Y la forma en que González Ledesma hace cuadrar el putzle de venganzas, deseos, codicias y miserias es genial.
Uno queda con buen sabor de boca al terminar el libro. Y con una sonrisa (lo que no suele ser muy habitual).
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