El mensaje que llegó en una botella
Jussi Adler-OldsenMaeva
Contraportada
¿Puede un terrible hecho del
pasado seguir teniendo consecuencias devastadoras?
Cuando una botella que
contiene un mensaje escrito con sangre humana llega al Departamento Q, el
subcomisario Carl Mørck y sus asistentes Assad y Rose logran descifrar algunas
palabras de lo que fue la última señal de vida de dos chicos desaparecidos en
los años noventa. Pero ¿por qué su familia nunca denunció su desaparición? Carl
Mørck intuye que no se trata de un caso aislado y que el criminal podría seguir
actuando con total impunidad.
Mi comentario
Esta es la tercera novela de
la serie de Departamento Q. En algún sitio he leído que la serie completa
tendrá once novelas. Ya he reseñado "La
mujer que arañaba las paredes" y "Los
chicos que cayeron en la trampa". Pues bien, ésta es la mejor de las
tres.
Los personajes se han
consolidado y la trama es aún más compleja (si es que ello es posible) mientras
que el Departamento Q va tomando más prestigio. Además en estas novelas Jussi
Adler-Oldsen enfrenta a sus personajes no con un caso atrasado, sino con dos.
El principal caso es
absolutamente genial: un psicópata y asesino en serie que chantajea a las
familias relacionadas con sectas religiosas super estrictas como los Testigos
de Jehová o los seguidores de la Iglesia Madre. Y lo hace durante años, muchos
años y sus delitos nunca salen a la luz. No hay denuncias, no hay noticias en
la prensa... nada. ¿Cómo lo hará?.
El segundo caso son una serie
de incendios en industrias y empresas. Cuando hay una víctima tiene un curioso
estrechamiento en el dedo meñique. Y ello es una constante tanto en los incendios
de hace catorce años como en los actuales. ¿Cómo es posible?. ¿Qué significa
este estrechamiento?.
Si ya han leídos los dos
anteriores libros de Jussi Adler-Oldsen, no se deben perder éste.
La extraña desaparición de Esme Lennox
Maggie O'Farrell
Salamandra
Contraportada
Mi comentario
La joven escritora Maggie
O’Farrell es una de las voces más sobresalientes y reconocidas de la narrativa
escocesa en la actualidad.
Su brillante imaginación, su
talento para construir personajes memorables y transmitir emociones con
claridad e intensidad dramática son características que todos los críticos le
reconocen.
"La extraña desaparición
de Esme Lennox" fue el premio al Mejor Libro del Año otorgado por el
Washington Post y es su cuarta novela.
Tienen razón los críticos que
dicen que los personajes que crea Maggie O’Farrell quedan en la memoria de los
lectores de sus obras.
Esme y Kitti dos hermanas de
la alta sociedad británica con sus personalidades tan distintas y sin embargo
tan humanas que les ha tocado vivir en un mundo en donde todo está reglado,
establecido, sin ninguna holgura por donde escabullirse mismamente.
Pero Esme lo intenta y acaba
encerrada desde los dieciséis años en un psiquiátrico durante sesenta y un
años. En aquella sociedad, el padre con sólo la firma del médico de la familia
puede internar a un hijo díscolo o con una conducta “no apropiada” en un
manicomio y tirar la llave.
¿Qué sociedad puede ser tan rígida
como para abandonar un bebé con una asistenta hindú y una niña de cuatro años?.
Cuando la asistenta y el niño mueren de una enfermedad tropical, Esme se queda
sola en su enorme mansión india abrazando a su hermano muerto durante cuatro días.
Llegan los padres y la solución que tienen es que la familia debe olvidar al
niño y nunca, nunca deben de volver a hablar de él.
Una sociedad que permite que
una familia, tras encerrar a su joven hija en un manicomio porque no se doblega
a las rígidas normas establecidas, decide que no existe y que nunca, nunca se
volverá a mencionar su nombre.
Sinceramente creo que Esme
presentaba algunos rasgos de bipolaridad o incluso de esquizofrenia. Pero no
soy médico y los que la condenaron tampoco tenían ni idea de la enfermedad que
padecía o si padecía alguna. Pero la condenaron sin defensa. De por vida.
Este libro es un alegato
contra esta sociedad. Contra su falta de humanidad y su hipocresía. Pero también
es un alegato contra todo lo que rodea a una concepción de la enfermedad mental
y sus falsas soluciones.
Un libro que es difícil de
olvidar
Debo confessar que siento una gran atracción por todo lo que rodea la sociedad israelí. Desde "Exodo" de León Uris siempre me ha parecido èpica la lucha para sobrevivir de un pueblo rodeado de enemigos que declardamente tienen como misión "sagrada", eliminarlo.
Me encantó "Una mujer en Jerusalem", así que, cuando tuve ocasión de hacerme con esta obra publicada en 1982, me puse a leerla sin descanso.
Abraham B. Yehoshúa es un sefardita de quinta generación que nació en Haifa en 1936 y que actualmente imparte clases de literatura en esta universidad. Se ha destacado por sus esfuerzos en pro de la paz y ha recibido numerosos premios y, entre ellos, el de Israel.
Le da muchísima importancia a las palabras. No es el único. No sé qué tiene el hebreo de especial (algo tendrá, seguro) que los autores que conozco también tienen este amor por la palabra justa, armónica con el conjunto, que suene como música. Al traducirla seguramente se perderá este maravilloso efecto, pero queda como una sombra de este esfuerzo narrativo.
Abraham B. Yehoshúa aquí hace algunos experimentos en la redacción del relato que hubieran podido ser un peligro si no fuera un experto en el manejo de los textos. Por ejemplo, en muchos capítulos (todos están escritos en primera persona pero por personajes diferentes) se "olvida" de las comas. No hay una sola coma en todo el capítulo y las frases se yuxtaponen con lo que el lector tiene un cierto trabajo de comprensión. En otros capítulos sólo refleja en el texto una parte del diálogo entre dos personas y el lector tiene que adivinar la réplica del deuteragonista. ¿Juegos semánticos?. No lo creo. Cuando elimina las comas es porque el que habla es un niño de cinco o seis años y lo que dice es coherente con la mentalidad de un niño de esta edad.
Abraham B. Yehoshúa se adapta al personaje como si se metiera en su piel, tenga la edad que tuviere.
La historia no es demasiado complicada. Una familia de Tel Aviv. No "observante" (extraña palabra para designar a los judíos no excesivamente ortodoxos. Si escribiera sobre España seguramente no tendría que describir a una familia como "practicante", pero en Israel conviene dejar las cosas claras respecto a la religión). El, Jehuda Kaminka es profesor de literatura y ella Noemí ama de casa. Dos hijos (Tsvi y Asa) y una hija (Yael).
En un momento determinado sucede un acontecimiento dramático: aparentemente la madre le clava un cuchillo en el pecho al padre. ¿Por qué?. Habrá que esperar al final. Los dos están en la cocina y Tsvi acude al oir los gritos. Es él el que llama a la policía temiendo que su padre haya muerto. Pero no. Jeshuda se recupera de las heridas y marcha a Estados Unidos. La madre es ingresada en un psiquiátrico.
Fundido.
Han pasado tres años. Yael se había casado con un abogado insoportable llamado Israel Kadmi y tienen un hijo, Gadi de siete años, y una hija pequeña, Raquefet.
Tsvi especula en la bolsa y es homosexual.
Por su parte Asa (o Asi, según quién lo nombra) se ha casado con una hermosa muchacha aficionada a la poesía llamada Dina Kamina. El da clases como adjunto de la universidad. Malviven gracias a la ayuda económica de los padres de Dina, que sí son judíos ortodoxos originarios de Hungría. Asa tiene un problema con el sexo y eso lo amarga.
El padre, Jehuda a sus 66 años, rehace su vida en Minneápolis con una nueva pareja, Connie, que está embarazada por lo que Jehuda necesita urgentemente el divorcio para regularizar la situación.
La novela relata la semana en la que Jehuda regresa a Israel para conseguir este divorcio. De domingo a domingo de Pascua.
Pero hay más.
Fundido
Han pasado otros tres años. Todos han intentado dejar atrás la locura de aquella semana, pero de pronto en un día de lluvia en Haifa, una mujer con un niño de tres años llama a la puerta de Yael. Es Connie y su hijo. Ha volado desde Estados Unidos para saber lo que ha pasado.
Abraham B. Yehoshúa estructura la novela de tal forma que en cada capítulo un personaje (el niño Gadi, el abogado Kadmi, el hijo Asi, la pareja de Tsvi o el propio Tsvi) explican en primera persona sus vivencias de esta semana que tiene que terminar con una cena del Seder (la Pascua judía) el domingo. Las distintas ópticas, personalidades, recuerdos y pecados condicionan la forma en que cada cual ve los mismos hechos.
El relato tiene cierto
parecido con un cuadro impresionista. De cerca cada personaje aporta sus
pinceladas. Sólo al final y tomando distancia el cuadro cuaja. Y es un bello
relato.
Un hombre encuentra por
casualidad cuatro millones y medio de dólares. Es un hombre normal; jamás ha
cometido un delito y se considera una persona honesta. Pero ante semejante
hallazgo, no puede evitar la carcoma de la duda. Decide quedárselo y esperar un
tiempo prudencial por si alguien lo reclama. En este momento ni siquiera
sospecha las consecuencias de su decisión. ¿Será capaz de mentir a sus seres
más queridos para no hacer público el hallazgo? ¿Hasta dónde estará dispuesto a
llegar para protegerlo? ¿Y si, llegado el momento, tiene que recurrir a la
violencia para conservarlo? ¿Será incluso capaz de matar? Scott Smith ha
replanteado un tema clásico de la literatura de suspense y lo ha compuesto con
una tensión similar a la de las mejores obras de Patricia Highsmith. Más allá
de su inusual tensión narrativa y de su dimensión moral, Un plan sencillo
destaca por su capacidad para obligar al lector a preguntarse ante cada nueva
peripecia del protagonista: «¿Qué haría yo en su lugar?» Tal vez fuera eso lo que
llevó a la revista People afirmar: «Le hará sentirse como un cómplice
impune».
Mi comentario
Antes que nada debo hacer una
advertencia al que lea la reseña de este libro. Es una novela que puede crear
un deseo insaciable de no parar de leer. Algo así como aquel anuncio de patatas
fritas que decía que si comía una sola, no podría detenerse hasta acabar con el
paquete entero.
Es de estas novelas que al
leerlas descubres de pronto que son las tres de la madrugada. Y apagas la luz.
Pero no puedes dormirte pensando “y ahora ¿cómo saldrán de ésta?”. O por lo
menos esto es lo que me ha pasado a mí.
Ya han leído la sinopsis del
libro. Poco puedo añadir sin estropearles el final. Únicamente decir que, de
todos los personajes, el más fantástico es Sarah, la mujer del protagonista Hank
Mitchell. La única con auténtico cerebro. Muchos de los otros personajes son
tan descerebrados que el lector termina pensando “¿Cómo es posible que sean tan
lerdos?”. Sí. Los que, junto a Hank, descubren el dinero terminan de poner de
los nervios al lector. Y, claro, ésta es una atracción más de esta increíble
novela.
Teniendo siempre presente la
advertencia del principio de la reseña, les recomiendo su lectura. A ser
posible en horas de la mañana y no de la noche.
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