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miércoles, 21 de junio de 2017

No soy un monstruo. Carme Chaparro

No soy un monstruo

Carme Chaparro

Si hay algo peor que una pesadilla es que esa pesadilla se repita. Y entre nuestros peores sueños, los de todos, pocos producen más angustia que un niño desaparezca sin dejar rastro.

Eso es precisamente lo que ocurre al principio de esta novela: en un centro comercial, en medio del bullicio de una tarde de compras, un depredador acecha, eligiendo la presa que está a punto de arrebatar. Esas pocas líneas, esos minutos de espera, serán los últimos instantes de paz para los protagonistas de una historia a la que los calificativos comunes, «trepidante», «imposible de soltar», «sorprendente», le quedan cortos, muy cortos.

Porque lo que hace Carme Chaparro en No soy un monstruo, su primera novela, es llevar al límite a sus personajes y a sus lectores-


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Primera novela y ya Premio Primavera de este año. Ignoro las ventas pero no me extrañaría nada que fuera un "best seller".

Normalmente no suelo reseñar las lecturas que no me gustan, pero en esta ocasión voy a hacer una excepción. 

La mayor parte de la acción se desarrolla en Majadahonda, una ciudad residencial a unos 17 kilómetros de Madrid y que, junto Pozuelo de Alarcón y Las Rozas, forman un cogollito de los municipios más ricos de España. Es una ciudad contruida alrededor de un primitivo núcleo rural con una tradición ganadera, con amplias avenidas, muchas rotondas y sin semáforos. La joya de la corona es el Monte del Pilar una extensa zona verde de más de 800 Ha de las que 243 pertenecen a Majadahonda. Cuento ésto porque este lugar (al que conozco bastante bien ya que lo disfruto casi a diario para mis obligados paseos) es importante para la narración. Carme Chaparro parece que también lo conoce bien porque describe perfectamente todo el entorno y algunas de las ruinas de lo que, en su día, debieron ser casas de agricultores y guardeses del coto que creó Felipe II para sus jornadas cinegéticas.

También parece que la autora conoce el sistema hidráulico de eliminación de resíduos con el que cuenta la zona central de Majadahonda y que también es una de las claves de la historia.

Y ahora me surge un problema. Si anoto aquí las incongruencias o lo que, para mí, son errores de la trama policial, voy a caer en espoilers y les estropearía la lectura. El libro no ha cubierto mis expectativas. Es cierto. Pero también reconozco que es una opinión subjetiva. No tiene que ser así para todos los lectores. Las ventas señalan que es muy posible que mi opinión sea minoritaria lo que, naturalmente acepto.


Dicho todo lo anterior les hago llegar mi deseo de que me cuenten qué les ha parecido a ustedes.

Un saludo

sábado, 21 de julio de 2018

La química del odio. Carme Chaparro

La química del odio
Carme Chaparro

«El odio es un animal hermoso, imposible de encerrar, con sed de sangre. El odio se despereza, se extiende y te atrapa. Se alimenta de tu rabia. Y al final vuelves a odiar. Porque es fácil. Porque lo necesitas».
Para la inspectora jefa Ana Arén no hay tregua: después de que resolviera el caso que prácticamente acabó con ella, debe enfrentarse a un reto endiablado, el asesinato de una de las mujeres más famosas de España. 
Siempre cuestionada por su superior, al frente de un equipo que aún no confía en ella y con el foco mediático sobre la investigación, Ana se ve de nuevo ante un crimen aparentemente irresoluble en el que el tiempo y el pasado se empeñan en jugar en su contra. 
Carme Chaparro es una periodista que me cae bien. Me gustó que, siendo una imagen muy conocida, se atreviera a confesar su Tinnitus, ese ruido constante en el oído izquierdo con el que tiene que batallar día a día en su vida pública. De la misma forma que digo ésto, añado que no me terminó de convencer su primera novela "No soy un monstruo" aunque obtuviera el Premio Primavera de Novela 2017. Esperaba con interés esta nueva entrega que es una continuación de la anterior con los mismos personajes.
Es una novela que se lee de un tirón a pesar de lo enrevesado de la trama, pero es evidente que aquí Carme Chaparro ha arriesgado demasiado.
Los thrillers se basan en tramas que, capítulo tras capítulo, sorprenden e inquietan al lector. Tras el planteamiento se los presentan una serie de interrogantes. Situaciones extrañas (cuanto más extrañas mejor) que nos intrigan y que nos mueven a seguir leyendo. Poco a poco como las miguitas de Garbancito se nos van dando nuevas pistas que hacen que, inconscientemente, preveamos lo que va a pasar. Naturalmente el autor tiene la obligación de desbaratar estas previsiones. El asesino nunca debe ser el mayordomo ni nunca debe descubrirse el truco del mago. Para conseguir seguir sorprendiéndonos el autor debe ir "rizando el rizo" y complicando un poco la trama. Eso es lo normal. Lo que uno espera. Pero ¿qué pasa si, en aras de esta sorpresa continuada, el autor pasa a una situación sin salida?. ¿Recuerdan la decepción final de la serie "Lost"?. Fabulosa. Complicadísima. La seguimos más para poder descubrir los misterios que se los planteaban que por la historia misma. Los guionistas no fueron capaces de cumplir las expectativas y dar solución a los misterios que ellos mismos nos habían presentado. Tuvieron que acabar la faena de un bajonazo. 
Este es el peligro de arriesgar tanto. Lo atractivo de un thriller es un buen misterio y un final redondo. Puede ser un final difícil, inesperado, pero ha de ser mínimamente creíble. Cuando resulta que la explicación de la trama es que todos los personajes la han soñado o que están todos muertos... el funambulista de cae del cable.
Aquí Carme Chaparro nos plantea dos misterios. Uno es el psicópata que mata por un odio inexplicable de una forma complicadísima. El otro es la inspectora jefa que, ella solita, (con ayuda de aparatos y técnicas psicológicas realmente futuristas) va descubriendo una a una las pruebas de los asesinatos. 
Acabo de leer una novela distópica "Paradox 13" de Keigo Higashino (un autor que me encanta) en la que un agujero negro provoca que, el tiempo no transcurra a lo largo de 13 segundos. El efecto que tiene tan extraño fenómeno es que todas las personas que, en aquel momento, vivían en Tokio, desaparecen y sólo quedan seis. Ni el autor ni nadie pretende que el lector se crea que tan cosa pueda suceder. Es género de ciencia-ficción. Cuando uno empieza a leer uno de estos libros ya sabe que debe aceptar entrar en un planteamiento imposible. Simplemente, lo acepta y disfruta viendo lo que pasa en un mundo o una dimensión imposible.
Se puede mezclar el flamenco y el rock. Algunas veces sale bien. Pero convertir una novela negra en una de ciencia ficción es demasiado arriesgado.